Merari tiene una historia increíble para compartir. Ella creció en una casa devastada, pues su padre dejó a la familia cuando ella tenía sólo seis años y por eso su madre tuvo que trabajar en varios turnos, dejándola en el cuidado de una niñera. “Ella estaba casada con un policía y la forma en que él hablaba conmigo era muy controlador. Recuerdo tener miedo de eso y me sentía como si yo le perteneciera a él”, contó.
Merari cuenta que el esposo de su niñera abusaba sexualmente de ella.
“Sentí como si fuera mi culpa y el odio se apoderó de mí. El abuso sexual continuó por un año hasta que la madre de Merari notó un cambio en su comportamiento e intervino. Pero cuando llegó a los 11 años, sucedió de nuevo. Esta vez, era un amigo de la familia.
“Él fue juzgado y yo fui llevada a juicio, abrieron la Biblia y yo puse mi mano sobre ella y juré, y yo sólo recuerdo mirar a la Biblia y decir: ‘Dios no existe’. Decidí que nunca en mi vida oiría a Dios, el nombre de Dios o cualquier cosa sobre Dios”, contó. Merari se convirtió en una mujer rebelde y rápidamente comenzó a beber, fumar y faltar a las clases de la escuela.
“Me sentía como si fuera un rótulo, me sentía como si mis vulnerabilidades era atraer a los hombres, como si hubiera escrito en mí:” Vengan a lastimarme, úseme, abuse. “Eso continuó sucediendo en todos los lugares que yo iba”. A los 18 años, Merari sintió que había encontrado la respuesta a sus problemas al ser presentada a la brujería y a la subcultura gótica.
Control emocional
“Ellos parecían tan juntos, y siempre hablaron sobre el poder, y cómo usted puede tener poder para controlar a alguien, en toda mi vida fui controlada, y ahora quería controlar”. Ella fue bautizada como bruja y recibió un nombre especial. Ella comenzó a lanzar hechizos para controlar a aquellos que la rodeaban.
“Yo tenía un espíritu de promiscuidad y sensualidad sobre mí, así que yo podría tener a quien quisiera, y yo no quería nada con ellos, sólo controlarlos. Sentía como si yo pudiera protegerme de hombres así y de cualquier otra persona que me dañara”. Merari decidió ir más profundo en el mundo de la brujería, pero cuando las otras brujas mostraron interés en iniciar a sus hijos, decidió salir.
Ella salió de la ciudad para tener un nuevo comienzo y pensó que había dejado todo atrás, pero una noche en casa, tuvo una visión terrible. “Yo vi a un animal de pie en el patio, y era una forma de un león, pero parecía horrible, miré y abrió la boca, noté que alguien estaba en la boca de él, grité: Oh Dios mío, hay alguien en su boca y cuando se volteó, vi a la persona que estaba allí y antes de tragársela, era yo, me vi y empezó a masticarme, yo podría oír mis huesos rompiéndose”, relató.
“De repente, oí una voz:” Merari, te he estado viendo por un largo tiempo. Si no vienes a mí ahora, él va a matarte, y él lo dijo una segunda vez, pero esta vez le dijo ‘hija’. Y todo lo que recuerdo fue decir ‘Dios’, y me acuerdo de decir ‘Señor’ y no sé por qué. Nunca he usado esa expresión en toda mi vida. Yo dije: ‘Señor, no me dejes morir. Yo te recibo, no me conozco, y lo siento, pero gracias por mostrarme donde estaba. “Cuando me desperté, supe que tuve un encuentro increíble con mi Creador, y que él me llamó hija, era mi padre. Mi padre, nunca oí a un hombre decir ‘hija'”, contó.
Una nueva vida
Merari entregó su vida a Cristo aquella noche. “Me sentí diferente, simplemente me sentí limpia, algo que nunca tuve en mi vida, Dios vino a mí, y cuando aprendí de las Escrituras, supe que había dejado las 99 ovejas para rescatarme. Yo era aquella oveja y fue simplemente increíble, sabía que era diferente y me sentía renovada, fui liberada”, conmemoró.
Con la ayuda de un amigo, Merari encontró una iglesia y fue bautizada. Ella renunció a su implicación pasada en el ocultismo y viajó al exterior para compartir la Buena Nueva de Jesucristo. Sus hijos ahora están crecidos y ella está casada. Actualmente Merari orienta a mujeres jóvenes que son como un día ella fue, apuntando al salvador que le enseñó a confiar.
“Yo no tengo el control de mi vida, es increíble como tuve que ceder todo, me permitió un poco de control, y así me puede enseñar cuál es la diferencia, así que aprendí y él me enseñó poco a poco cómo ser una hija, cómo rendirme, cómo oír, cómo discernir, fue simplemente increíble como él tuvo paciencia, porque me permitió pasar por todo eso para su gloria. Aprendí que Dios siempre fue mi verdadero padre y no hay nadie que pueda sustituirlo“, finalizó.