TURQUÍA. – El testimonio de un joven que vive en Turquía ilustra muy bien la dificultad para muchos que deciden entregar sus vidas a Jesucristo en países con un alto grado de intolerancia religiosa.
Identificado sólo por Omer por razones de seguridad, el joven contó su relato de conversión. En aquel momento tenía 12 años, cuando dijo haber sentido la presencia poderosa de Jesucristo.
“Yo soy de Turquía y no vengo de una familia cristiana. Desde temprano empecé a investigar diferentes religiones. Me acuerdo cuando mi padre me llevó a pasear. Por alguna razón, me llevó a una iglesia … no sé por qué”, dijo Omer.
La entrada al templo inmediatamente impactó al joven, que pronto percibió que había algo especial en aquel momento. “Era la víspera de Navidad. Yo tenía 12 años”, dijo Omer, recordando que en la ocasión hizo una oración sincera a Dios pidiendo orientación acerca de la verdad. Hasta entonces no conocía nada sobre Jesucristo.
“En mi búsqueda estaba leyendo una Biblia. De repente, sentí que Jesucristo estaba delante de mí. No podía entender lo que estaba pasando. Al instante, caí de rodillas y dije, ‘Jesucristo, creo en ti'”, dijo el niño.
Este momento, sin embargo, fue el inicio de su camino de fe. Él tenía que lidiar con sus padres, que no eran convertidos. Por primera vez en su vida, Omer sintió en la piel el significado de la persecución religiosa por seguir a Jesús.
“Supe que había encontrado verdad y propósito para mi vida. Pero contarlo a mi familia resultaría en graves consecuencias. Fue el momento más difícil de mi vida “, recuerda el chico. A pesar de los temores, el amor a Jesús le dio coraje.
“Yo oré: ‘Si quieres que lo diga a mis padres, ellos deben venir a mí y preguntar sobre el cristianismo’. Cinco minutos después, mi madre entró en mi cuarto y vio una cruz colgada en mi cuello. ‘¿Qué es eso? ¿Te has convertido en un cristiano?!”, cuenta.
“Ella empezó a llorar. Era como si yo hubiera cometido asesinato. Mis padres empezaron a presionarme con golpes para hacerme renunciar. Por dos años, ellos sólo me dejaron salir de casa para ir a la escuela, para impedirme ir a la iglesia. Yo les traía vergüenza”, recuerda Omer.
Finalmente, el amor a Jesucristo fue más fuerte que la persecución religiosa sufrida por Omer. Él continuó siguiendo los Evangelios y dos años después logró visitar una iglesia, donde recibió orientaciones del pastor local.
Hasta hoy los padres de Omer no se han convertido, pero él sigue firme en su fe, sirviendo de testigo para los demás que, en Jesús es nueva criatura, a pesar de las dificultades, el amor prevalece siempre.