Recientemente, un informe reveló que miles de pastores y evangelistas de iglesias en China se escondieron mientras el Partido Comunista se preparaba para lo que parecía ser un “ataque final” contra el cristianismo, en un intento por erradicarlo del país.
Christian Post afirma que los pastores se han desconectado de sus teléfonos y computadoras para que los funcionarios del gobierno ya no puedan usar estos dispositivos y rastrear sus movimientos.
Estos pastores también supuestamente destruyeron los microchips, dentro de sus tarjetas de identificación, por lo que las autoridades tampoco pueden rastrear sus ubicaciones utilizando estos dispositivos.
En ese orden de ideas, los ministros prevén un ataque contra ellos por el PCH, con respecto a la creciente persecución, incluidos los intentos del régimen de “corromper el Evangelio”, reescribiendo relatos bíblicos.
“Cada persona en China debe tener una tarjeta de identificación. Es imposible para una persona tomar un vuelo o tren, abrir una cuenta bancaria, conseguir un trabajo o alquilar un apartamento sin usar su tarjeta”, contempla el informe.
En caso de tener una tarjeta de identificación esta trae consigo un chip de computadora que también se usa para rastrear los movimientos de las personas.
En China las personas que profesan el cristianismo, se reúnen en un pequeño apartamento desde donde estudian la Biblia.
Se trata de uno de los cientos de ejemplos de “iglesias hogar” no oficiales. Todos los asistentes corren el riesgo constante de ser acosados y hasta detenidos por las autoridades.
Con la creciente presión del partido para hacer que la religión sea “compatible con el camino socialista del país”, manifiestan.
Sin embargo, algunos temen que el lugar pequeño que tiene la libertad de cultos en China se reduzca aún más.
Para estos cristianos, la religión debe ser una voz de la conciencia crítica e independiente en la China moderna y alejada de la religión.
Por otro lado, China también ha endurecido las restricciones a la distribución de materiales religiosos en los últimos meses.
Actualmente amenazan con multas, el cierre de imprentas o incluso el encarcelamiento por vender libros cristianos o permitir que los clientes fotocopien himnos.