Nuestra naturaleza humana nos indica que el amor no es más que una emoción. Hacemos decisiones basados en nuestras emociones, y aún nos casamos porque nos sentimos “enamorados”. Esta es la razón por la que la mitad de todos los primeros matrimonios terminan en divorcio. La Biblia nos enseña que el verdadero amor no es una emoción que pueda ir y venir, sino una decisión. No debemos amar sólo a quienes nos aman, sino que debemos amar aún a aquellos que nos odian, de la misma manera en que Cristo ama a los ingratos y malos (Lucas 6:35).
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:4-7).
Puede ser muy fácil enamorarse de alguien, pero hay algunas preguntas que debes hacerte a ti mismo antes de decidir si tu “radar del amor” te está guiando en la dirección correcta. Primero, ¿esta persona es cristiana?, queriendo decir con eso que sí, le entregó su vida a Cristo y confió únicamente en Él para su salvación. También, si alguien está considerando entregar su corazón y emociones a una persona, deben preguntarse a sí mismo si está dispuesto a poner a esa persona por encima de la demás gente, y poner la relación, una vez casados, en segundo lugar sólo después de Dios. La Biblia nos dice que cuando dos personas se casan, se convierten en una sola carne (Génesis 2:24; Mateo 19:5).
Otra cosa que uno debe considerar es, si esa persona es un buen candidato para convertirse en la posible pareja. ¿Ha puesto ya a Dios como lo primero y más importante en su vida? ¿Está dispuesto(a) a dar su tiempo y energía para ayudar a que la relación y quizá el matrimonio dure para toda la vida? ¿Es alguien que querría casarse? No existe un medidor para determinar cuándo estamos enamorados de alguien, pero es importante discernir si estamos siguiendo nuestras primitivas emociones o siguiendo la voluntad de Dios para nuestras vidas.