1 Corintios 11:25 Tres veces me golpearon con varas, una vez me apedrearon, tres veces naufragué, y pasé un día y una noche como náufrago en alta mar.
“Siéntate y escucharás la historia de un viaje fatídico que comenzó en este puerto del trópico, a bordo de este pequeño barco”. Con estas palabras comienza el tema de la película de la Isla de Gilligan, y son apropiadas para la historia que les voy a contar hoy.
En este caso, el ‘puerto del trópico’ era Belleair Beach, en la Florida, y el ‘pequeño barco’ era un colchón flotador de pileta de natación. El capitán y la tripulación eran un solo hombre… un hombre que aparentemente se había desmayado mientras flotaba a la deriva sobre su flotador.
El hombre fue divisado por personas en un bote, quienes inmediatamente llamaron al Guarda Costas. Cuando el Guarda Costas y el equipo de rescate lo encontraron, todavía estaba inconsciente. Eventualmente, el hombre recuperó el conocimiento, y regresó a su casa.
El Guarda Costas dijo que el hombre había tenido mucha suerte al ser divisado por esas personas, porque de no haber sido así, podría haberse ido flotando mar adentro. También dijeron que el hombre estaba borracho.
El alcohol, en cambio, no fue la causa por la cual San Pablo estuvo náufrago en el Mediterráneo. No, Pablo se encontró en esa situación debido a su incontrolable deseo de compartir la historia de salvación del Salvador con los pecadores.
La actitud de Pablo frente a las dificultades contrasta con lo que normalmente escuchamos decir a los predicadores cristianos en la radio y la televisión. Demasiado a menudo, representantes públicos del cristianismo contemporáneo implican que Dios no tiene nada mejor que hacer que pagar nuestras deudas, hacerse cargo de nuestras enfermedades, darnos más éxito, y concedernos todo lo que queremos.
Dos puntos de vista opuestos. Me pregunto: ¿qué dijo Jesús acerca de las dificultades?
En Mateo 10:23, Jesús dijo: “Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo”.
En Juan 15:20, el Señor advirtió: “Recuerden lo que les dije: ‘Ningún siervo es más que su amo.’ Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las de ustedes”.
En Mateo 16:24-25, Jesús dijo: “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará”.
El Salvador sabía que seguirlo a él tiene un costo. Toda persona que compromete su vida al Señor del cielo puede anticipar que tendrá problemas, sufrimientos, y persecución. Pero, aún así, sabemos que nuestras dificultades no son nada comparadas con el Cristo que vivió una vida perfecta, cumplió cada ley, resistió cada tentación, y permitió que lo sacrificaran por nuestra redención en el Calvario.
Como dijo Isaías: “Por sus llagas somos nosotros curados”. Gracias al sacrificio de Jesús nunca estaremos a la deriva espiritualmente.
ORACIÓN: Señor Jesús, tú sufriste mucho para que nosotros podamos tener paz. Ayúdame a que te sirva con alegría, aún en medio de las dificultades de la vida. Enséñame a arrepentirme del mal que he hecho, y a vivir en gratitud por todo lo que tú eres para mí. En tu nombre. Amén.