Juan 6:37 Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo.
Aparentemente, la vida de Geoff era muy buena. Era el Director de una exitosa compañía, poseía un avión que él mismo piloteaba, y estaba casado con una hermosa mujer con la cual tenían un hijo. Complacido con todo el éxito y dinero que disponía, decidió establecer su propia empresa. Desgraciadamente, en la semana de transición, cuando aún no estaba cubierto por el nuevo seguro médico, sufrió un terrible accidente automovilístico que le causó daño cerebral, dejándolo discapacitado.
Después de unas semanas en cuidados intensivos, Geoff salió del hospital – físicamente quebrantado y con grandes deudas. Ahora requería medicación sólo para sobrevivir. Como si esto fuera poco, su esposa pidió el divorcio y lo abandonó a él y a su hijo. Desesperado, Geoff trató de suicidarse dejando de tomar sus medicinas.
Deprimido y desolado, trató de encontrar una forma de salir del desastre en que se encontraba su vida, pero cada intento terminaba en decepción.
A pesar de las apariencias, Geoff aún tiene una buena vida, porque Dios nunca dejó de amarlo. Dios amó a Geoff cuando era rico y exitoso, y también lo ama ahora. Si usted está a punto de rendirse, mire a Jesús. En el Jardín de Getsemaní Jesús oró de rodillas, sólo. Con amarga angustia se dirigió a su Padre diciéndole: “que no sea lo que yo quiero, sino tu voluntad.” Es ahí donde Jesús recibió las fuerzas necesarias para atravesar el valle de la muerte por nosotros. Él murió en la cruz para pagar por nuestros pecados, así por fe en su sacrificio quedamos reconciliados con Dios. La resurrección de Jesús nos muestra que hay vida más allá de lo que vemos.
El amor de Jesús nunca cambiará, y, como prometió en Juan 6:37, quien va a él nunca será rechazado, pues sus brazos están siempre abiertos.
ORACIÓN: Padre, todo en nuestras vidas cambia. Te agradecemos porque podemos contar contigo siempre, porque Tú nunca cambias, y porque tu amor por nosotros nunca cambiará. En el nombre de Jesús. Amén.
