Juan 6:5a (6:1-9) Jesús alzó la vista y vio que una gran multitud se acercaba a él.
La multitud buscaba satisfacción inmediata a sus necesidades concretas: salud, apoyo, guía, contención. Los miles caminaron muchos kilómetros; los padres trajeron con ellos a sus hijos abandonando temporariamente sus hogares y su trabajo, y no previendo demasiado cuánto tiempo estarían afuera.
La actitud de Jesús es reconfortante: “Alzó la vista.” Este detalle está cargado de significado. Jesús siempre alzó la vista para alabar a su Padre, y para buscar su orientación en la oración. Aquí levanta la vista para ver más allá de lo inmediato. Jesús levanta la vista para ver a miles que están buscando algo, aunque ese algo no fuese exactamente lo que él vino a darles. Los miles no vinieron a pedirle el perdón de sus pecados, sino porque “veían las señales que hacía con los enfermos”.
Jesús se hace responsable: “¿Dónde compraremos pan, para que éstos coman?” Lo curioso de la pregunta es que Jesús ya sabe la respuesta. Los discípulos son como la multitud: sólo ven lo inmediato. Uno dijo: “Ni doscientos denarios de pan bastarían…” Otro encontró un niño con cinco panes y dos pescados, y comentó: “¿Qué es esto para tanta gente? Ni la multitud ni los discípulos alzaron la vista. Ninguno de los dos consideró a Jesús, y lo que él realmente es y puede hacer.
¿Dónde ponemos nosotros nuestros ojos? ¿En lo inmediato? La actitud de Jesús nos anima a que no perdamos la perspectiva. Dios ya sabe lo que va a hacer con nosotros, por eso nos mueve para que con los ojos de la fe veamos al Jesús que puede y quiere darnos mucho más de lo que nuestros mezquinos y miedosos pensamientos pueden sugerir. ¡Dios nos da el cielo entero!
Gracias, Padre, porque antes de que nosotros alzáramos nuestra vista hacia ti, tú ya nos viste y proveíste lo necesario para la salvación: tu Hijo Jesús. Amén.