Rom 6:12-14 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Los creyentes deben ceder ante Dios no ante el pecado.
Las palabras clave en Romanos 6 definen la relación del creyente ante el pecado:
“saber” (v3, 6, 9), “considerar” (v11) y “presentar” (v13) Las primeras dos hablan de entender y creer que estamos muertos al pecado. La tercera demanda obediencia en nuestras vidas basada en esa verdad. Debido a que realmente estamos muertos al pecado, no debemos permitir que sea la fuerza dominante en nuestras vidas. El pecado es un monarca destronado, pero sigue estando presente en este mundo caído y desea atraer al creyente a sus garras. Conociendo eso, Pablo exhorta a los cristianos “no dejen que el pecado reine en sus cuerpos mortales para que obedezcan con sus deseos”, “el pecado no tiene derecho de gobernar, así que ¡no lo dejen!” Pedro respaldó ese pensamiento, en 1 Ped 2:11 “amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma”
¿Cómo previene un creyente que el pecado reine? De forma negativa: Los creyentes derrotan al pecado al no presentar sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, debemos asegurarnos de que nuestros pensamientos, palabras y acciones no se usen para propósitos injustos. De forma positiva: debemos ceder todas nuestras facultades a Dios como “instrumentos de justicia”, para hacer ambas cosas se requiere de auto-disciplina, como lo expresó Pablo en 1 Cor 9:27 “sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros yo mismo venga a ser eliminado”
Cede al pecado y experimenta la disciplina y tristeza; cede ante Dios y experimenta el gozo y la bendición. ¿Cuál vas a escoger hoy?
Por John MacArthur