Éxodo 1:20-21 Y Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera. Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias.
Pasajes como el capítulo 1 del libro de Éxodo nos recuerdan que las leyes de Dios son siempre primero, antes que las leyes de los hombres. La Biblia no enseña una sumisión ciega. La verdad es que hay un tiempo para negarse a obedecer.
Antes de que llevemos demasiado lejos este principio, debo decirle algo. El pasaje del libro de Éxodo no enseña que los hijos pueden desobedecer a sus padres, que las esposas pueden usurpar el papel que le corresponde al marido en el liderazgo del hogar, o que cualquiera puede rechazar la autoridad moral. Pero el pasaje sí deja bien claro una cosa: La sumisión a la autoridad civil tiene límites. Como dijo Pedro una vez al sanedrín judío: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29).
En otras palabras, cuando la orden del rey viola la voluntad claramente expresada de Dios, debemos temer a Dios, así como lo hicieron un par de valientes mujeres llamadas Sifra y Fúa. Estas, aún muertas, siguen hablando. La Escritura nos dice que Dios honró la fe de estas parteras: «Dios favoreció a las parteras, y el pueblo se multiplicó y se fortaleció muchísimo. Y sucedió que, porque las parteras tuvieron temor de Dios, Él también les dio a ellas su propia familia» (Exodo 1:20, 21).
Las parteras valoraban más el favor divino que el del faraón. Se negaron a obedecer el perverso edicto del rey, motivadas por una profunda y firme reverencia por el Dios vivo. Cuando el rey les dijo que violaran el principio básico de Dios, esto es, la preservación de la vida, ellas se negaron a hacerlo.
La bárbara orden del faraón tiene su equivalente contemporáneo . . . pero a la inversa. En la China comunista de hoy en día, las parejas solo pueden tener un hijo. Cuando mucha mujeres se enteran del sexo de su bebé, siguen con el embarazo o abortan de inmediato. Si es un varón, vivirá. Si es una niña, con frecuencia se pone fin al embarazo.
La fecha en el calendario puede haber cambiado dese los días del éxodo, no así la naturaleza humana. Sin la obra redentora de Cristo, nuestros corazones son muy perversos. En el tiempo de Moisés había crueldad y también en el día de hoy. En el mundo antiguo había tiranos, y los tiranos siguen mandando hoy. La injusticia mataba a inocentes en los días del faraón, en los de Herodes, y sigue haciéndolo en nuestro sofisticado mundo del siglo XXI.
Pero en los días del éxodo también vivieron hombres y mujeres dispuestos a ponerse en la brecha para defender la justicia, aun frente a la muerte, como los hay también hoy en día. Dios siempre tiene su remanente.
Por Charles R. Swindoll