Juan 6:11c (6:10-15) y les dio cuanto querían.
Una vez prediqué sobre este pasaje, y luego del culto un anciano me preguntó: ‘Pastor, ¿de dónde habrán sacado las doce cestas para guardar lo que había sobrado?’
Tal vez una pregunta que este milagro sugiere que nos hagamos es: ¿cómo respondemos cuando Dios es generoso? Aquí los discípulos fueron obedientes a las directivas de Jesús, la multitud fue obediente a las directivas de los discípulos, y recibieron la comida que se les brindó tan generosamente. Y vieron el milagro, y se les ocurrió una idea: ¡hacer de Jesús su rey!
Hay que felicitar a la multitud por su capacidad de ver el milagro, porque no todos vieron siempre los milagros de Dios y su generosidad. Pero inmediatamente, cuando no supieron interpretar ese milagro, surgió un problema y, al final, lo que hicieron fue alejar a Dios de su medio: “Jesús… volvió a retirarse al monte él solo.” La actitud de la multitud no encajaba en los planes de Dios. A pesar de la grandeza del milagro, la multitud seguía miope. El resto del capítulo 6 de Juan se encarga de explicar la miopía de la multitud.
Dios ha sido sumamente generoso con nosotros también: ha atendido nuestras necesidades cuando acudimos a él, y aun cuando ni siquiera lo buscamos. Su generosidad supera grandemente las doce cestas. Pero, ¿vemos sus bendiciones? La Escritura nos anima a que mantengamos la perspectiva de lo eterno, a que busquemos al que es el pan de vida, Jesús (Juan 6:35). El Hijo de Dios fue enviado para satisfacer nuestra necesidad más importante: la reconciliación con Dios nuestro Padre. Con su muerte y resurrección Jesús nos da la más grande y abundante de las bendiciones, perdón, vida, y salvación eternas.
Gracias, Padre, porque tu pan del cielo sacia nuestro hambre espiritual para siempre. Amén.