Romanos 3:26 Dios es justo y, a la vez, el justifica a los que tienen fe en Jesús
"Ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios" (Romanos 5:1) y hasta nuestra conciencia deja de acusarnos (ver Romanos 2:15). El juicio y la justicia operan a favor del pecador y no en su contra. Nuestros recuerdos miran hacia atrás, al pecado pasado, con profunda tristeza pero sin atisbo de castigo por venir, porque Cristo ha pagado la deuda de su pueblo sin que quede "ni una letra ni una tilde" acusatoria (Mateo 5:18). Obtuvo un recibo de cuenta saldada y a menos que Dios fuera tan injusto como para exigir doble pago por la misma deuda, ningún alma por la que Jesús murió como sustituto podrá acabar en el infierno.
Una de las primeras creencias de nuestra nueva naturaleza es que Dios es justo. Al principio, esta idea nos produce un gran temor pero, ¿no es maravilloso que esta misma creencia en la justicia de Dios luego se convierta en la columna fundamental de nuestra confianza y paz? Si Dios es justo, yo como pecador que confía en Cristo jamás seré castigado. Es más, Dios tendría que cambiar su propia naturaleza antes que una sola alma por la que Jesús murió sufriera siquiera un azote de la ley.
Por lo tanto, dado que Jesús ocupó el lugar del creyente habiendo recibido el completo castigo por la ira divina de Dios y habiendo sufrido todo lo que su pueblo debió de sufrir como consecuencia de su pecado, los creyentes pueden prorrumpir en un triunfal y glorioso: "¿Quién acusará a los que Dios ha escogido?" (Romanos 8:33).
Ciertamente no será Dios, porque él ha justificado a los creyentes. Ciertamente no será Cristo, porque él murió para pagar el precio y "se ha levantado de entre los muertos" (Mateo 28:7).
Mi esperanza está viva no porque yo no sea un pecador sino porque yo soy un pecador por quien Cristo murió. Mi confianza está viva, no porque soy santo sino porque, siendo impuro, él es quien me justifica. Mi fe no descansa en lo que soy ni en lo que seré, ni tampoco en lo que siento o conozco, sino en quién es Cristo, en lo que él ha hecho y en lo que él sigue haciendo por mí.
La doncella esperanza cabalga como una reina sobre el león de la justicia.
Por Charles Spurgeon