Isaías 50:7 “Jehová el Señor me ayudará.”
Estas son, en profecía, las palabras del Mesías en el día de Su obediencia hasta la muerte, cuando dio Su cuerpo a los heridores, y Sus mejillas a los que le mesaban la barba. Él confiaba en el sustento divino, y esperaba en Jehová.
¡Oh alma mía, tus aflicciones son como el polvito de la balanza, comparadas con las aflicciones de tu Señor! ¿Acaso no puedes creer que el Señor Dios te ayudará? Tu Señor estaba en una posición peculiar; pues como el representante de los hombres pecadores—su sustituto y su sacrificio—era necesario que el Padre lo dejara, y lo condujera a experimentar la deserción del alma. Una tal necesidad no es impuesta sobre ti: tú no estás obligado a clamar: “¿Por qué me has desamparado?” El Salvador aun en esa condición confió en Dios, y ¿no podrías hacerlo tú? Él murió por ti, y de esta manera hizo imposible que seas dejado solo; por tanto, ten buen ánimo.
En los trabajos y en las pruebas de este día, digan: “Jehová el Señor me ayudará.” Salgan valerosamente. Pongan su rostro como un pedernal, y tomen la determinación de que ningún desmayo ni timidez se apoderarán de ustedes. Si Dios ayuda, ¿quién puede impedirlo? Si están seguros de la omnipotente ayuda, ¿qué podría ser demasiado pesado para ustedes? Comiencen el día con gozo, y no permitan que ninguna sombra de duda se interponga entre ustedes y el eterno brillo del sol.
Por Charles Spurgeon