Hechos 10:34 Pedro tomó la palabra, y dijo: ‘Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos’.
No hace mucho encontré una historia que se suponía era verdadera. Resulta que un banco en la ciudad de Chicago estaba investigando los antecedentes de una persona que se había presentado para un trabajo.
Como parte de la investigación, el banco solicitó información acerca del candidato a su antiguo empleador, una compañía de inversiones en la ciudad de Boston. La respuesta que recibieron fue extremadamente buena. En ella hablaban hasta de los ilustres antepasados del candidato, quienes habían pertenecido a familias muy importantes y destacadas de la sociedad de Boston.
Abreviando, el joven estaba siendo recomendado.
Luego de leer la carta, y con cierta frustración, el banco respondió: “Vale aclarar que la razón por la cual estamos estudiando la posibilidad de contratar a esta persona no es con fines de reproducción”.
De la misma forma, el Señor no hace diferencia entre las personas. El simple hecho que vengamos de una familia de cristianos no significa que seamos parte de la familia de fe.
Que nuestro cónyuge vaya a la iglesia cada semana y sirva con su vida al Señor no significa que nuestro nombre esté escrito en el Libro de la Vida.
Si vamos a ser salvos, será porque el Espíritu Santo habrá obrado la fe en nuestros corazones, llamándonos de la oscuridad a la luz, de la perdición a la vida eterna.
La salvación es un regalo que Jesucristo obtuvo al derramar su sangre en la cruz… un regalo que no es sólo para mí o para usted, o para una nación o una raza en especial. El regalo de la salvación es la gran bendición de Dios para todas y cada una de las almas que se arrepienten y reconocen a Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas.
En otras palabras, quizás el nombre de sus padres no le sirva para conseguir un puesto de trabajo en un banco de Chicago, pero el nombre “cristiano” es suficiente para entrar en el cielo.
ORACIÓN: Padre celestial, te doy gracias porque mi Salvador, a través del poder del Espíritu Santo, me ha llamado al arrepentimiento, el perdón, y la fe. Estoy orgulloso de ser llamado “cristiano”. Ayúdame a vivir de tal manera que los demás puedan verte a ti en mí. En el nombre de Jesús. Amén.