1 Cor 13:7 (el amor) todo lo espera
Incluso cuando la fe flaquea, la esperanza viene al rescate. Es esa cuerda larga que nos mantiene vinculados a la soberanía y el poder de Dios.
El apóstol Pedro escribió a los creyentes que estaban experimentando pruebas severas. Para animarlos el comenzó diciendo “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Ped 1:3)
Nuestra esperanza es una esperanza viva porque Dios es un Dios vivo. No importa lo sombría que parezca tu situación, Dios está trabajando para cumplir Sus propósitos. Cuando Cristo estuvo en la cruz, parecía que el pecado finalmente había triunfado sobre la justicia.
Pero la mejor hora del pecado se convirtió en su muerte cuando Cristo se levantó de la tumba como Señor de la vida y Redentor de Su pueblo. “…el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Rom 8:11) Las pruebas y la muerte no tienen poder sobre de ti. Éstas simplemente te acercan más a Cristo.
Cuando ministramos a otros, la esperanza te da confianza de que mientras haya vida, el fracaso humano nunca es definitivo. Dios se rehusó a aceptar los fracasos de Israel, Jesús se rehusó a aceptar los de Pedro y Pablo se rehusó a aceptar los de los corintios. Cuando tus intentos de cubrir el pecado de otros han fallado o tus expectativas de justicia han sido destrozadas, la esperanza dice “no te rindas, Dios todavía puede obrar esto para bien”
La esperanza se ilustra en la historia real de un perro que fue abandonado en el aeropuerto de una gran ciudad. Se quedó ahí por cinco años esperando a que su amo regresara. La gente del aeropuerto lo alimentó y lo cuidó pero se negó a irse del lugar donde vio por último a su amo. Si el amor de un perro por su amo puede producir ese tipo de esperanza, ¿cuánto más puede producir el amor de Dios una esperanza perdurable?
Por John MacArthur