1 Cor 13:2 y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
En Mateo 17:19 los discípulos vinieron a Jesús queriendo saber por qué no habían podido echar fuera a un espíritu demoníaco de un niño. “Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (v20) Repitió el mismo principio en Mat 21:21: “de cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho”
Esos pasajes han intrigado a muchas personas porque nunca han visto a nadie mover una montaña. Pero Jesús no estaba hablando literalmente. Mover montañas podría causar todo tipo de problemas ecológicos y serían milagros sin sentido. La expresión “capaz de mover montañas” era una expresión común en esos días, y significaba superar grandes obstáculos. Jesús estaba hablando de aquellos que tienen el don de la fe, quienes pueden mover la mano de Dios a través de la oración constante.
El don de la fe es la capacidad de creer que Dios actuará conforme a Su voluntad, sin importar las circunstancias. La gente con ese don son guerreros de oración y tienden a estar de pie como rocas cuando otros a su alrededor se están desmoronando. Ellos ven el poder de Dios y Sus propósitos obrando y confían en Él aun cuando otros dudan. Pero dice Pablo, aún si tú tienes esa fe y no tienes amor, no eres nada. Esa es una dura reprimenda, pero pone el énfasis donde corresponde: en nuestros motivos. Los motivos de los corintios eran evidentes en su búsqueda egoísta de los dones vistosos.
¿Qué te motiva a ti? Recuerda, sin amor, no importa qué dones tengas, lo elocuente que sean tus discursos, lo que sabes o lo que crees. Sólo el amor puede validar tu servicio a Cristo.
Por John MacArthur