Joel 2:1b (2:1-11) El día del Señor viene, y ya se acerca.
La frase del profeta Joel me hace pensar en algunos políticos que toman resoluciones que van abiertamente en contra de la fe cristiana: la legalización del aborto y del matrimonio homosexual, la tenencia y el uso de drogas ilegales, etc. ¡Como si nunca fuéramos a ser juzgados! Muchas personas viven así porque piensan que nunca nadie los va a juzgar. Muchos juegan con la impunidad de una sociedad corrupta, y creen que pueden hacer lo que quieren sin tener que rendirle cuentas a nadie. Y ahora ya no estoy pensando sólo en algunos políticos, sino en todos nosotros; porque aún los cristianos abusamos de la libertad que Cristo nos consiguió.
Es tiempo que reconsideremos la afirmación del profeta Joel: un día nos llegará el juicio final. Ese día, todas nuestras obras, nuestras palabras, y nuestros pensamientos pasarán por el fuego de Dios. ¿Qué quedará? Si no fuera por Cristo, no quedaría nada. Pero gracias a él, que con su sangre purificó nuestros corazones, podemos enfrentar sin miedo el día del juicio final.
Para quienes vivimos en Cristo, la afirmación: “El Señor viene”, nos produce alegría. El saber que el Señor vendrá a mí me produce una ansiedad sana, porque mi casa está limpia. Y no porque yo la haya limpiado, sino porque el perdón de Jesús fue suficiente para dejar toda mi vida limpia y en orden para que, cuando él venga a buscarme, el encuentro sea de alegría.
El anuncio de Joel me anima a no abusarme de la gracia con que Dios me trata, sino a honrarla con una vida de consagración a los valores cristianos, para que el nombre de Dios sea glorificado.
Gracias, Padre, porque por la obediencia perfecta de tu Hijo Jesús, nos preparas para cuando regreses a juzgar a los vivos y a los muertos. Amén.