1 Samuel 7:12 Tomó luego Samuel una piedra... y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová.
Las palabras "hasta aquí" parecen ser una mano que señala al pasado. Sean veinte años (ver Samuel 7:2) o setenta, hasta aquí nos ayudó Jehová. A través de la póbreza y la riqueza, a través de la enfermedad y la salud, en casa o fuera de ella, en tierra y mar, en honra y deshonra, en dificultad y en alegrías, en pruebas y triunfos, y en oración y tantación... hasta aquí nos ayudó Jehová.
Así como disfrutamos el contemplar una larga avenida de árboles que forman un templo verde y exuberante, con sus columnas de ramas y arcos de hojas, también disfrutamos el mirar atrás, a los largos pasillos de los años de nuestra vida. Contempla por encima de tu cabeza las verdes ramas de la misericordia de Dios y las fuertes columnas de su bondadosa amabilidad y fidelidad que eleva nuestra alegría hasta el cielo. ¿Puedes ver los pájaros que cantan posados en las ramas? Sin dudas son muchos y todos entonan alabanzas por la misericordia del Señor recibida "hasta aquí".
Sin embargo, estas palabras también señalan hacia adelante, porque cuando alguien marca determinado lugar, significa que no ha llegado al final y que todavía resta camino por andar.
Debemos atravesar más tentaciones y alegrías, más pruebas y más triunfos, más batallas y victorias. Luego vendrá la edad avanzada, la enfermedad y la muerte, pero, ¿será esto el fin? ¡No! Nos levantaremos para mucho más: la semejanza de Jesús, tronos, arpas, canciones, salmos, vestiduras de justicia, el rostro de Jesús, las comunión de los santos, la gloria de Dios, la felicidad infinita y la plenitud de la eternidad.
Oh, creyente, sé valiente y con agradecida confianza coloca tu piedra de Ebenezer, como lo hizo Samuel porque:
El señor que hasta aquí te ayudó
te seguirá ayudando en lo que resta del camino.
John Newton, 1725-1807.
Cuando leemos las palabras "hasta aquí" a la luz del cielo, ¡qué posibilidades gloriosas y milagrosas revelan a nuestros ojos llenos de agradecimiento!
Por Charles Spurgeon