Mat 26:48-50 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
Judas Iscariote, en sus actitudes y acciones, es un ejemplo clásico de un falso creyente. Como uno de los doce, Judas estaba extremadamente decepcionado por la clase de Mesías que Jesús resultó ser. En lugar de enseñar a los discípulos cómo conquistar y controlar, Jesús les enseñó cómo someterse y servir. Cualquier ambición que Judas podría haber tenido para obtener riqueza, poder o prestigio por ser un seguidor cercano de Jesús, fue frustrada.
La incredulidad compulsiva de Judas, combinada con su codicia implacable y ambición, encontraron una satisfacción perversa temporal cuando Satanás entró a él e hizo un trato con los líderes judíos para traicionar a Jesús por dinero (Luc 22:36) Como alguien poseído por el diablo, las acciones malas de Judas, ya no eran propias, aunque todavía fue responsable de ellas.
Judas pudo haber elegido cualquier forma de identificar a Jesús en la multitud, pero bajo la dirección de Satanás, él escogió el beso. Este beso era dado normalmente como muestra de afecto entre amigos cercanos o entre un alumno y profesor. En el contexto de Judas, sin embargo, el beso pudo ser más despreciable porque torció su significado tan cínicamente. Es difícil imaginar la pena que Jesús debió sentir cuando el que había sido tesorero de los doce impetuosamente vino y dijo: “salve, Maestro” y lo besó.
La situación de Judas fue única, pero su actitud básica es típica de los creyentes falsos. La iglesia siempre ha tenido a aquellos que hipócritamente profesan lealtad a Cristo, pero en el fondo son sus enemigos. Ya sea para avanzar en su negocio o profesión, ganar aceptación social o salvar una conciencia culpable, los hipócritas se identifican con la iglesia por varias razones. Pero como Judas, su motivación básica es egoísmo pecaminoso.
Que Dios nos dé el coraje de examinar nuestros corazones y arrepentirnos de tales características y nos dé el discernimiento para enfrentar bíblicamente a los falsos creyentes en la iglesia.
Por John MacArthur