Filip 2:9-11 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Dios exaltará al humilde.
Habiendo sondeado las profundidades de la humillación de Cristo (Filip 2:5-8) Pablo ahora se eleva a las alturas de Su exaltación (v 9-11) Al igual que Pablo, el apóstol Pedro afirmó que el gran tema de la profecía del Antiguo Testamento fue el sufrimiento de Cristo y la gloria que le siguió (1 Ped 1:11) Con respecto a Cristo, el escritor de Hebreos dice que “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb 12:2) Cristo entendió Su sufrimiento a la luz de Su exaltación.
El propósito de Pablo en Filipenses 2 no fue simplemente detallar la humillación y la exaltación de Cristo sino utilizar ambas verdades como una ilustración práctica. Él estaba haciendo un llamado a la unidad que produce la humildad (v2-4), con Cristo como el ejemplo más importante de humildad (v5-11). Pero más allá de la humillación de Cristo, Pablo también afirma que Él fue exaltado. La implicación es que cuando voluntariamente nos humillamos como Cristo lo hizo, Dios nos levanta. Como Santiago 4:10 dice: “humillaos delante del Señor y él os exaltará”
Es cierto que el hombre que se humilla a sí mismo es al que Dios exalta y el hombre que se exalta a sí mismo es al que Dios humilla. En la economía divina, es al dar que uno recibe, es al servir cuando uno es servido, al perder la vida es cuando uno la encuentra y al morir a uno mismo es cuando encuentra la vida. Estos principios son tan ciertos como la noche sigue del día.
Como Cristo, tú serás exaltado en el Cielo un día. Medita en esa verdad y seas alentado por ella al enfrentar los problemas terrenales.
Por John MacArthur