1Jn 4:7,19 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios… Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
La Escritura a menudo hace demandas que parecen imposibles para nosotros. Por ejemplo, Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mat 5:44) Eso es fácil de decir pero ¿cómo es eso posible? Nuestra tendencia natural es amar a nuestros amigos y odiar a nuestros enemigos. Pero Jesús dijo: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (V46-47)
Israel consideraba a los recaudadores de impuestos como traidores y a los gentiles como desechados espirituales. Pero incluso los traidores y desechados muestran amor y bondad a aquellos que les corresponden. Jesús nos llama a un nivel mucho más alto de amor, uno que es imparcial, como Dios demuestra cuando Él hace que el sol salga sobre buenos y malos y manda lluvia sobre justos e injustos (v45).
Como vemos de Dios mismo, se extiende aún a aquellos que no son dignos “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5:8) A pesar de generaciones de rebelión y calumnias en contra de Su santa voluntad y nombre, Dios sacrificó a Su Hijo amado, proporcionando el medio por el cual los pecadores pueden ser salvos. Por amor, Jesús soportó el dolor y la vergüenza de la cruz y pagó el precio de nuestra redención. ¡Ese es amor divino en acción!
Dios te manda amar como Él ama, imparcialmente y con sacrificio. Eso puede parecer imposible a nivel humano, pero recuerda que Dios nunca te pide que hagas algo que no te ha dado el poder de hacer. En el momento de tu salvación, el Espíritu Santo vino a vivir dentro de ti y comenzó a producir el fruto del amor (Gal 5:22) No tienes que darlo por ti mismo. Todo lo que tienes que hacer es invitar al Espíritu Santo a tomar control, permitiéndole gobernar tus pensamientos y acciones. Al hacerlo, Su precioso fruto se multiplicará en tu vida.
Por John MacArthur