Lucas 11:28 (11:24-28) Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la obedecen.
Pienso que la mujer que con voz fuerte le dijo a Jesús: “Dichoso el vientre que te dio a luz”, hubiera querido tener un hijo como él. Parece que ella pensaba en el orgullo que sentiría la madre de este hombre que producía conmoción cada vez que hablaba u obraba un milagro. Yo hago lo mismo, pienso en lo orgullosos que estarían mis padres de mis “buenas acciones” o de mis logros. Me gusta también enorgullecerme de los logros de mis hijos. Jesús me reenfoca. ¿Dónde debo poner mi atención? En la Palabra de Dios.
El término ‘dichoso’ utilizado aquí en Lucas, en realidad puede ser mejor traducido como ‘bendito’. No es cuestión de estar ‘feliz’, sino de ser ‘bendecido’… y al ser bendecidos, somos felices. Dios hizo todo lo necesario para bendecirnos ricamente, tanto temporal como eternamente. Al perdonar nuestros pecados nos sacó el enojo que sentíamos por los que nos agreden, nos quitó la amargura de no saber cómo será el final de nuestra historia, nos abrió las puertas de los cielos para llenarnos de paz y alegría.
La Palabra de Dios es la que nos comunica todas estas bendiciones. Ella nos cuenta la mayor historia jamás contada: la de Jesús, quien ocupó nuestro lugar en una cruz para librarnos del castigo divino. Ella nos habla del cielo y de la vida después de la muerte, nuestra mayor esperanza. Ella nos indica en quién creer para recibir todas esas bendiciones. La Palabra de Dios nos llama a ser obedientes para que no nos perdamos ninguna de las grandes cosas que Dios quiere darnos. La Palabra de Dios es la única Palabra confiable que nos lleva por buen camino.
Sigue leyendo la Palabra y viviendo de acuerdo a ella. Tu camino será seguro, porque ella te trae a Cristo.
Gracias, Padre, por tu Palabra eterna. Ella nos bendice. Danos fuerza para obedecerla. Amén.