2 Pedro 1:4 Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas.
Si en verdad deseas experimentar sus preciosas y magníficas promesas y disfrutarlas en tu vida, entonces medita en ellas con frecuencia. Las promesas de Dios son como uvas en una prensa de vino, dado que cuando comienzas a caminar en ellas, el jugo comienza a fluir.
Por lo tanto, meditar en ellas con frecuencia será el preludio para su cumplimiento y mientras reflexionas en las promesas, la bendición que buscas vendrá ti sin que siquiera te des cuenta. Muchos cristianos sedientos de una promesa en particular han descubierto la bendición divina de que esa promesa comenzara a derramarse en sus vidas mientras todavía meditaban en ella. Y se regocijaron por haber sido llevados a meditar en su corazón en aquella promesa.
Ademas de meditar en las promesas de Dios, procura recibirlas en tu alma como palabra del Señor. considera lo siguiente en tu corazón: "Si se tratara de promesas humanas, debo analizar el carácter de la persona y su capacidad para cumplir sus promesas". Así también sucede con las promesas de Dios.
Mis ojos no deben concentrarse tanto en la grandeza de su misericordia, la cual me asombra, como en la grandeza de quien lo promete, lo cual me alentará sobremanera. Alma mía, quien te habla es "Dios, tu Dios" (Hebreos 1:9) el "Dios, que no miente" (Tito 1:2). Esta promesa suya en la que estás meditando es tan cierta como lo es su existencia.
Él es el Dios que no cambia y jamás alterará las palabras que salieron de su boca ni tampoco se retractará de una expresión de consuelo. Tampoco le falta el poder para cumplir su promesa dado que el mismo Dios que hizo "los cielos y la tierra" (Génesis 2:1) la ha pronunciado. Tiene además la sabiduría perfecta para ofrecer la bendición en el momento oportuno o para retenerla, y su sabiduría nunca falla. Por lo tanto, sabiendo que la Palabra de Dios es verdad, que no cambia, que es poderosa y sabia, yo voy a creer en su promesa ¡y debo hacerlo!.
Si vamos a meditar en las promesas de Dios de esta manera, enfocándonos en el que hace la promesa, realmente experimentaremos sus bendiciones y recibiremos su cumplimiento.
Por Charles Spurgeon