Rom 6:6-7 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
Habiendo muerto con Cristo, los creyentes ya no están bajo el control del pecado.
Hace años, un libro titulado “no reinaré más” apareció. Ese título resume acertadamente la relación del creyente con el pecado. Los cristianos todavía cometen pecados pero ya no están bajo el dominio del pecado.
Cuando nos unimos con Cristo en Su muerte (Rom 6:5) “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él” (v6) Nuestro “viejo hombre” significa lo que éramos antes de la salvación: perdidos en pecado y destinados al infierno, es la naturaleza no regenerada que heredamos de Adán (Rom 5:12, 1Cor 15:22)
Algunos argumentan que los creyentes ahora tienen tanto la antigua como la nueva naturaleza, un tipo de personalidad dividida. El conflicto entre esas dos naturalezas, ellos creen, es el responsable de las luchas en la vida cristiana, al esforzarse el cristiano en crucificar al viejo hombre. Pero observa cómo Pablo no nos manda crucificar a nuestro viejo hombre, él nos dice que eso ya ha sucedido (Gál 2:20, Col 3:9-10) La expresión “que nuestro cuerpo de pecado sea destruido” enfoca esta verdad desde una perspectiva ligeramente diferente, muestra la estrecha conexión entre el cuerpo y el pecado (Rom 8:10, 13) y describe el dominio absoluto de pecado en la vida de un creyente. Ese dominio se rompe en la salvación.
Sin embargo, Pablo no está enseñando que la naturaleza de pecado haya sido erradicada y por lo tanto uno ya no peca. La palabra griega traducida como “destruido” significa “inoperante, privado de su fortaleza, influencia o poder” Los cristianos ya no son esclavos del pecado, su tiranía en nuestras vidas ha sido rota.
Aliéntate hoy en tu batalla con el pecado, porque aunque sigue siendo un enemigo peligroso, el pecado ya no es tu amo.
Por John MacArthur
