Gálatas 5:1 Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.
Son pocas las probabilidades de que la mayoría de los lectores de estas devociones vayan a ir a comer al restaurante para 30 personas WAFU en Sídney, Australia.
Yukako Ichikawa, el chef del restaurante, ha impuesto una serie de reglas que hacen que dicho restaurante sea bastante especial.
Reglas como que, si uno come toda la comida que se le sirve, recibe un 30% de descuento; si uno NO come toda la comida, con excepción de las rodajas de limón y sushi de jengibre, el mozo le dice que la próxima vez que tenga hambre vaya a comer a otro restaurante; o que las verduras y la ensalada NO son de adorno sino parte de la comida, por lo que deben ser ingeridos.
No creo que San Pablo pensara en reglas como esas cuando le escribió a la iglesia en Galacia, pero sí quiso asegurarse que el pueblo de Dios no se estancara en leyes hechas por los hombres.
Pablo era fiel en poner en práctica los Diez Mandamientos de nuestro Señor, pero las leyes de los hombres le causaban problemas no sólo a él, sino a la iglesia de ese tiempo y de todos los tiempos.
Saben a qué leyes me refiero: a esas leyes que hacen que las personas se alejen de la iglesia porque lo único que escuchan es que ‘no deben hacer esto o aquello’, y a esas leyes que están basadas en costumbres y tradiciones, y no en los mandamientos del Señor.
Pablo quiere que entendamos que el sacrificio del Salvador ya nos ha liberado a todos de esas leyes. Somos libres... no para pecar (Romanos 6:1-2), sino libres para glorificar a nuestro Dios por la inmensa gracia que nos ha regalado a través de Jesús.
ORACIÓN: Señor Dios, a veces parece más fácil vivir en un mundo donde se nos dice lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer. Ayúdanos a apreciar la libertad que tenemos en Jesús, y a vivirla como un precioso regalo de tu gracia. En su nombre. Amén.