Hechos 3:6 No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!
En los parques nacionales es común ver carteles que dicen: “no alimente a los osos”. Y es que, según parece, los osos que reciben comida, se acostumbran a tomar lo que quieren, volviéndose agresivos cuando no lo consiguen.
Vayamos ahora mentalmente de un parque donde habitan los osos, a un balneario donde va gente adinerada como Ocean Beach, en San Diego, California. Si observamos con cuidado, podremos ver en las tiendas carteles que dicen: “NO ALIMENTE A LOS VAGOS”.
Estos carteles se refieren a una “nueva clase” de vagos. No están hablando del dignificado vagabundo de la época de la depresión, que no trabajaba porque no había trabajo. No. Están hablando de vagos que podrían trabajar si se decidieran a hacerlo. Muchos vienen de familias de buena posición y hasta usan celulares, pero prefieren mendigar.
Es cierto que tiene derecho de hacerlo. Pero algunos hasta han cometido actos violentos contra personas que no quisieron darles limosna.
Se puede comprender que quieran tener a alguien que cuide de ellos. Incluso se puede entender su aversión a la rutina diaria y a un trabajo que no les satisfaga. Pero no se puede justificar su actitud de Robin Hood de robar al rico para dárselo a los pobres… o sea, ellos mismos.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Pedro y Juan supieron bien qué hacer cuando hablaron con el hombre que estaba mendigando en los escalones del templo. Es cierto que el hombre era un legítimo mendigo, y no vagos por decisión propia. Él sufría de una enfermedad que no le permitía trabajar, por lo cual pedía ayuda económica.
Confesando tanto riqueza como pobreza, Pedro respondió a las súplicas del hombre con las palabras: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy”.
Pensando detenidamente, estas son las palabras que la iglesia dice a todo pecador. No podemos solucionar todos los problemas, penas o predicamentos con dinero. Pero, por otro lado, sí podemos compartir libremente al Salvador. El Cristo quien nació, vivió, sufrió, murió y resucitó para nuestra salvación, es la solución final a las necesidades, los pecados y los problemas de la humanidad.
“Lo que tengo te doy.” Reflejar el amor del Señor a un mundo perdido es nuestro trabajo… nuestra satisfacción… nuestra confianza. Dios, concede que compartamos la salvación ganada por Jesucristo con aquellos que necesitan ayuda y una mano amiga.
ORACIÓN: Señor Jesús, no sé lo que el día de hoy traerá; qué clase de gente cruzará mi camino; cuáles serán sus necesidades. Concédeme sabiduría, coraje y la capacidad de compartir al Salvador con ellos. Permíteles oír de mí que personalmente no tengo las respuestas a sus necesidades, pero Jesús sí. En el nombre del Redentor crucificado y resucitado. Amén.