Hechos 4:12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Imagínate que un reportero de la televisión con su equipo noticiero buscara a todos los que te conocen, para pedirles que te describan. ¿Qué, exactamente, quisieras que dijeran? No estarías muy contento si alguien descubriera y sacara a luz todos tus secretos más feos. Lo más seguro es que querrías que digan cosas buenas de ti. Quizá se te ocurra que sería una buena idea pasarles unos pesitos a tus amigos para asegurarte de que destilen pura miel cuando hablen de ti.
Puedes aprender mucho acerca de una persona conversando con sus amigos y conocidos.
Eso es cierto, especialmente cuando se trata de Jesús. Pero Jesús no tuvo que sobornar a ninguno de sus amigos. De hecho, ellos estaban dispuestos a arriesgar su vida para divulgar la verdad acerca de quién era Jesús: Dios en forma humana. Escucha estas descripciones de Jesús directamente de la boca de algunos de los que mejor lo conocían:
Cuando Cristo le pidió a Pedro que le dijera quién pensaba él que era Jesús, Pedro dijo esto: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!” (Mateo 16:16). Jesús dijo que la descripción de Pedro era acertada, y que ese conocimiento había procedido de Dios: “Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:17).
Marta, la buena amiga de Jesús, le dijo: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo” (Juan 11:27).
Y también estaba Natanael, quien creía que nada bueno podía salir de Nazaret, el pueblo de Jesús. Él reconoció que Jesús era “el Hijo de Dios… el Rey de Israel” (Juan 1:49).
Mientras Esteban era apedreado por creer en Jesús, reconoció a Jesús como Dios cuando oró: “¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!” (Hechos 7:59).
También por supuesto, está la declaración de Tomás. Cuando él vio al Cristo resucitado y después de tocar sus heridas, dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28).
¿Te das cuenta? Los que mejor conocían a Jesús habían descubierto que él era más que un ser humano. Lo aceptaron como el Salvador, Dios que vino al mundo, el Mesías que las Escrituras del Antiguo Testamento habían predicho. Estaban tan seguros de esto que lo adoraron. Lo obedecieron. Y, al igual que Esteban, muchos murieron por aquel que murió por ellos. Podemos confiar en que estos testigos decían la verdad acerca de Jesús. Como ellos, ¡podemos entregar nuestra vida a esa verdad!
Por Josh McDowell