He mencionado anteriormente que la salvación para un creyente es pasada (Ef. 2:8; 2 Tim. 1:8-9), presente (1 Co. 1:18; 2 Co. 2:5), y futura (Ro. 5:9-10; He. 9:28).
En otras palabras, hemos sido salvados, estamos siendo salvados, y algún día seremos completamente salvos de la ira venidera. La salvación no estará completa sino hasta que recibamos nuestros cuerpos resucitados y estemos completamente en la presencia de Dios. La santificación también ocurre en las Escrituras en tiempo pasado (1 Co. 1:2; 6:12, Hech. 20:32), presente (Rom. 6:22; 2 Co. 7:1), y futuro (Ef. 5:25-27; 1 Tes. 3:12-13). En otras palabras, hemos sido santificados, estamos siendo santificados y algún día seremos plenamente santificados. El proceso de la santificación comienza en el momento del nuevo nacimiento y acaba en el cielo, cosa que todos esperamos.
La santificación pasada se ha denominado comúnmente santificación posicional. La santificación presente usualmente se le llama santificación progresiva o experiencial. Debemos de ser cuidadosos de no sobre enfatizar uno de los tiempos verbales a costa de los otros. El movimiento de la santidad se ha enfocado casi exclusivamente en la santificación posicional haciendo que algunos entiendan a la santificación como algo ya finalizada.
Un hombre me vio directamente a los ojos y me dijo: “No he pecado en veinte años”. Yo le contesté: “¿De verdad? Si yo le preguntara a su esposa, ¿estaría ella de acuerdo con tal aseveración?” Tal creencia puede llevar a la hipocresía. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). Atención, es importante notar que “tener pecado” y “ser pecado” son conceptos completamente diferentes.
La teología que yo aprendí era más Reformada y se centraba más en la santificación progresiva, lo cual hacía al término casi sinónimo con el crecimiento cristiano o la madurez. La tendencia de esta visión es a referirse a la santificación pasada como simplemente una verdad posicional, como si ésta no tuviera importancia. Esto resulta en que algunos pasen el resto de sus vidas intentando convertirse en algo que ya son. La santificación posicional es realmente verdadera, y es la base de la santificación progresiva. Como creyentes nacidos de nuevo, no estamos intentado convertirnos en hijos de Dios, somos hijos de Dios que nos estamos volviendo más como Cristo. La santificación progresiva es el proceso de trabajar en nuestra salvación por fe, aquello que Dios ya ha trabajado en nosotros. Es volverse como Cristo.
Saber esto es extremadamente importante ya que la santificación es la voluntad de Dios para nuestras vidas (1 Tes. 4:3). A Él no le afecta si usted es carpintero, plomero o ingeniero, pero sí le importa qué clase de carpintero, plomero o ingeniero es usted. Él puede guiarlo en la selección de su profesión, pero Su voluntad es que usted se parezca a Él no importando lo que usted haga. Si usted no está en el camino de la santificación, Dios puede interrumpir sus planes para regresarlo al camino.
Por Neil Anderson