Rom 6:8-10 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
Dios nos libera del pecado a través de la muerte de Su Hijo.
Como buen maestro, el apóstol Pablo entendió las importantes verdades que vale la pena repetir. Así que en el pasaje de hoy, él repite y amplía la importante verdad que presentó en Romanos 6, los creyentes murieron con Cristo. A través de esa muerte, el dominio del pecado sobre nosotros fue roto.
La base sólida del perdón del creyente de pecado es la victoria de Cristo sobre el pecado y muerte. Cuando nuestro Señor se levantó de los muertos, Él demostró que había roto el poder del pecado y de la muerte (Rom 4:25, 1 Cor 15:54-57) Y debido a que los creyentes son identificados con Cristo en Su muerte y resurrección (Rom 6:3-5), nosotros también compartimos su victoria.
El que Cristo fuera un sacrificio perfecto por el pecado es una verdad esencial en el Nuevo Testamento. El libro de Hebreos expresa la realidad importante repetidamente, ahora más clara y fuerte en Rom 10:10-14 “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”
Cristo murió al pecado no solo para romper su poder sino para pagar su penalidad: muerte (Rom 6:23) por nosotros. Pedro escribió: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Ped 2:24)
Los creyentes están muertos ante el poder del pecado y su penalidad. Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro (Rom 7:25)
Por John MacArthur
