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Devocional: Orar o preocuparte

Por: Mendoza Daniel
Devocional: Orar o preocuparte
Fecha: Jueves, 21 de septiembre del 2017 ID: 201700001055

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Mat 6:34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Cuando piensas en el año que se acerca, ¿estás preocupado por lo que pasará? ¿Perderá el dinero su valor de modo que habrá que empezar a cambiar vacas por gallinas? ¿Y si cae un meteorito en el fondo de tu casa? ¿Y si empieza una edad nueva de hielo y se te congela el aliento, o si el calentamiento mundial te derrite hasta el pensamiento?

Ya basta de tantos pensamientos “optimistas”. Puedes preocuparte todo lo que quieras de esas cosas, pero no vale la pena. Mira lo que dos personas sabias han dicho sobre preocuparse.

La preocupación nunca le roba al mañana su tristeza, sólo toma el gozo de hoy y lo aplasta. Leo Buscaglia
No te preocupes de que el fin del mundo venga hoy. Ya es mañana en Australia. Charles Schultz

El mejor consejo sobre las preocupaciones, por supuesto, lo tiene Jesús. ¿Su consejo? “No te afanes”. Pablo se hizo eco de ese pensamiento en Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos; más bien, presentad vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. El apóstol Pedro agregó: “Echad sobre él toda vuestra ansiedad, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).

Seguro, habrá muchas cosas en el año que viene que no te gustarán: desastres naturales, tensiones mundiales, desacuerdos en la comunidad, discusiones con tus amigos o padres o tu profesora de piano, o quizá una enfermedad grave de un ser querido. Dios nunca te prometió una vida sin problemas.

Cuando aparecen cosas malas o que despiertan temor, ¿sientes de pronto un nudo en la boca del estómago por la preocupación? Ese nudo es un recordatorio de que ha llegado el momento de orar. Cuando te sientas dominado por alguna preocupación, no dejes que te paralice. En cambio, haz que te lleve a orar. Apúrate a llevar tu preocupación a Dios en oración. Dile directamente lo que sientes. Cuéntale de las personas o situaciones que te preocupan. Dale los detalles e invítalo a hacerse cargo de ellos y de ti. Sigue orando hasta que te hayas calmado. Y cuando vuelva tu nerviosismo, vuelve a orar… a orar… y a orar.

Cuando interpretas a las preocupaciones como un empujoncito para orar, los problemas que tienes no te causarán tanto espanto. Los tomarás como oportunidades para que Dios obre al entregárselas en oración.

Por Josh McDowell

Este artículo está bajo una licencia de Creative Commons.

Efesios 5:18-19 (RVR 1960)

No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.

Palabras Claves: Josh McDowell Reflexiones

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