Rom 6:11 así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Debes actuar sobre lo que sabes que es verdad.
Un principio bíblico fundamental es que la gente debe entender la verdad antes de que pueda vivirla en su vida. Dicho de otra manera, el deber siempre está basado en una doctrina. Los primeros diez versículos de Romanos 6 sientan una base sólida de verdad sobre la cual los creyentes pueden edificar sus vidas. Varias veces, (en Romanos 3, 5, 6, 8) Pablo exhorta a los cristianos a entender la verdad de su unión con Cristo en Su muerte y resurrección. Ahora él nos exhorta a actuar: “consideraos” se tradujo de una palabra griega que significa: calcula, toma en cuenta, Pablo exhorta a los creyentes a tener una convicción fundada en cuanto a su muerte al pecado a través de su unión con Cristo.
¿Por qué algunos cuestionan la verdad liberadora de que en Cristo están muertos al pecado? Algunos han sido víctimas de una visión inadecuada de la salvación, viéndola como un mero cambio en su estatus legal ante Dios. La salvación conlleva mucho más, aunque involucra una transformación de vida.
Aquellos que creen que su vida cristiana es una batalla constante entre su antiguo y nuevo “yo” no podrán considerarse muertos al pecado. La acusación de Satanás (Apoc 12:10) y la conciencia también hacen más difícil para algunos el contar con su muerte al pecado.
Pero la mayor dificultad que los cristianos enfrentan al creer que el pecado es un enemigo vencido es la constante batalla con él. Esa lucha hace difícil creer que realmente estamos muertos ante el poder del pecado (Rom 7:15-24) Sin embargo la Biblia nos enseña que la santidad de Cristo imputada a los creyentes nos ha librado del dominio del pecado. Por lo tanto, los cristianos pueden escoger no pecar y nunca se ven obligados a pecar.
Considérate muerto al pecado y experimenta las bendiciones de triunfar sobre la tentación (1 Cor 10:13), el pecado (el cual nunca podrá causar que pierdas tu salvación Heb 7:25) y la muerte (Juan 11:25-26)
Por John MacArthur