Rom 5:9-10 luego mucho más ahora, justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira, porque siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Jesucristo libera a sus hermanos, no solo del pecado y su juicio, sino de la incertidumbre y la duda acerca de esa liberación.
Dios es un Dios de ira. Pero la ira destinada a ser derramada sobre la humanidad, Cristo la tomó en sí mismo. Eso es lo que el apóstol Pablo quiso decir cuando dijo que aquellos que ponen su fe en Él han sido “justificados por Su sangre” y están seguros de estar “salvos de la ira de Dios a través de Cristo” (Rom 5:9) Como resultado de la obra expiatoria de Cristo, todos los cristianos se identifican con Cristo, son adoptados como hijos de Dios a través de Él y ya no son “hijos de ira” (Efe 2:3)
Pero Pablo no se detiene ahí porque la obra intercesora de Cristo tiene una gran importancia para cada creyente y la seguridad de su salvación. En Romanos 5:10 Pablo va de más a menos para mostrar que era una obra de Dios mucho más grande el traer a los pecadores a la gracia que traerlos a la gloria. Como Dios nos atrajo a Sí mismo cuando éramos enemigos, seremos reconciliados continuamente ahora que somos Sus amigos. Cuando Dios primero nos reconcilió, éramos pecadores, miserables, viles y sin Dios. Como eso no fue una barrera para reconciliarnos en ese entonces, no hay nada que pueda impedir que el Cristo vivo nos mantenga reconciliados.
Esta verdad tiene grandes consecuencias para nuestra seguridad. Si Dios ya aseguró nuestra libertad del pecado, muerte y futuro juicio, ¿Cómo podría nuestra vida espiritual actual estar en peligro? ¿Cómo puede un cristiano cuya salvación pasada y futura está garantizada por Dios estar inseguro en el tiempo presente? Si el pecado en el grado más grande no pudo prevenir que fuéramos reconciliados, ¿cómo podría el pecado en un grado menor impedir que permanezcamos reconciliados? Nuestra salvación no puede estar más segura que eso.
Por John MacArthur