Pro 6:16-19 Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos.
Dios odia el pecado en cualquier forma, pero en Proverbios 6:17-19 enlista siete que son especialmente repugnantes para Él. Primero son los ojos altivos (v17), muestra a una persona orgullosa y arrogante con su nariz levantada y sus ojos levantados. El orgullo en su corazón se refleja en sus gestos. El orgullo está enlistado primero quizá porque es el corazón de toda rebelión en contra de Dios, comenzando con Lucifer mismo, quien clamó en contra de Dios: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isa 14:13-14)
Dios también odia la lengua mentirosa (v17) los hombres a menudo juegan con la verdad, negándola o distorsionándola para obtener una supuesta ventaja. Pero Dios no puede tolerar el engaño de ningún tipo. Él espera que nosotros vivamos de acuerdo a Su verdad.
En tercer lugar, Él odia las manos asesinas (v17) Eso habla de personas cuyo odio y codicia son tan fuertes que prefieren matar a negarse lo que quieren. Dios creó la vida y estableció su santidad. Es por eso que ordenó que los asesinos fueran sometidos a muerte (Gen 9:6)
Dios también odia los corazones malvados y los pies que corren hacia el mal (v18) A veces la gente cae en pecado inadvertidamente. Pero estas personas cuidadosamente traman sus actividades pecaminosas y luego corren a ejecutar sus planes.
Finalmente, Dios odia un falso testimonio y un espíritu que causa divisiones (v19) Dar un falso testimonio es mentir sobre una persona inocente. Eso puede obstruir la justicia, destruir una reputación y aún destruir una vida. Un espíritu divisionista es el que siembra discordia donde debería haber unidad.
Esos pecados caracterizan a los incrédulos, pero los cristianos no son inmunes a ellos. Así que está alerta de no car en esas actitudes que Dios odia.
Por John MacArthur