1Pe 1:4-5 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
Cuando Pedro escribió su primera epístola, las actitudes hacia los cristianos en el Imperio Romano no eran nada favorables. Porque ellos no adoraban al emperador como dios ni participaban de otras prácticas paganas pecaminosas, los cristianos eran vistos con desconfianza y desprecio. Además Nerón los había culpado por incendiar Roma (un acto que él mismo llevó a cabo), así que el enojo y odio hacia ellos estaba en su apogeo.
Pedro escribió para animarlos (y a todos los creyentes) a vivir su fe en medio de las persecuciones así como Jesús había hecho cuando sufrió injustamente. (1 Ped 2:21-23) Les recordó que a pesar de los sufrimientos que podrían soportar en esta vida, Dios los recompensaría con una herencia que está segura eternamente porque está reservada en los cielos para ellos.
“Reservado” en 1 Pedro 1:4 indica una herencia que ya existe, está actualmente protegida y será continuamente protegida. El lugar de protección es el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruye y donde ladrones no entran ni roban (Mat 6:20) y donde nada impuro y donde nadie que practica la mentira ni la abominación podrán jamás entrar, sino sólo aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero (Apoc 21:27) ¡No hay lugar más seguro!
No sólo tu herencia está protegida, sino que tú estás protegido también. Eso es lo que Pedro quiso decir cuando dijo que está reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero (1 Ped 1:4-5) El omnipotente soberano poder de Dios continuamente te protegerá hasta que Su obra esté completamente terminada en tu vida. Entonces Él te otorgará la glorificación, la plenitud de la salvación por la cual Él te redimió.
No debes temer la pérdida de tu herencia. En cambio, regocíjate en la protección de tu Dios misericordioso.
Por John MacArthur