Mateo 26:31 “—Esta misma noche—les dijo Jesús— todos ustedes me abandonarán, porque está escrito: ‘Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño’.”
Parado en un acantilado, delante de una ciudad fortificada, Alejandro el Grande demandó la rendición a esa ciudad. Sintiéndose seguros dentro de sus grandes paredes, los ciudadanos quisieron saber por qué deberían rendirse. Alejandro se volvió a sus hombres, y les ordenó que marcharan en fila de a uno hacia el acantilado.
Las personas de la ciudad miraban alarmadas cómo, uno a uno, los soldados de Alejandro, ¡marchaban a la muerte! Después que murieron 10 soldados, Alejandro ordenó a sus hombres que pararan. La ciudad se había entregado. Sus habitantes sabían que nada podría parar a un hombre que comandaba tanta lealtad.
Quizás pensemos que Jesús acostumbraba demandar la misma lealtad y valentía de sus seguidores. Sin embargo, Jesús predijo trágicamente sus propias caídas, y la historia se ha encargado de demostrar la verdad de sus palabras, ya que sus seguidores a menudo lo abandonaron.
Para que pudiéramos ser salvos, Jesús mostró una valentía inusual que salva las almas de la humanidad pecaminosa. Cumpliendo la voluntad de su Padre, Jesús fue a la muerte—la muerte no en un acantilado, sino en una cruz, y por ese acto, nos ha dado la victoria.
ORACIÓN: Querido Señor, no sólo te pido que me cuides para que no caiga o me aparte de ti, sino que me ayudes para que siempre me mantenga al lado de Jesús. Amén.