Santiago 5:7-8 "Por tanto, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia. Así también ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca".
Esperar es un hecho de la vida. No es un llamado a la inacción, ni a la indiferencia, ni a la indecisión. Por el contrario, requiere de mucho esfuerzo y entrenamiento diligente y regular, y de la persistente esperanza que rehúsa ser detenida por el tener que esperar.
Así como uno no aprende a tocar un instrumento musical de la noche a la mañana, esperar no significa descansar sin hacer nada. Esperar una boda es emocionante. Son muchas las cosas que hay para hacer, y generalmente toda la familia está involucrada en los mismos. La espera de un bebé hace que el tiempo pase más lentamente, especialmente durante las últimas semanas.
Algunas cosas no se pueden apresurar. Las grandes cosas de la vida no se hacen rápido, sino que requieren disciplina, estudio y trabajo. El crecimiento físico, emocional, mental y espiritual, no se completa en una noche. Podemos entorpecer su proceso, pero no podemos acelerarlo más allá de la capacidad humana o del diseño divino. Lo mismo sucede con las relaciones entre las personas: crecen y florecen, pero raramente una amistad o un romance son instantáneos.
Esperar pacientemente en el Señor es un aprendizaje. Y da frutos cuando de veras se espera en el Señor, cuando se estudia su Palabra, cuando se está bajo la influencia de su Espíritu, y cuando se confía en su perdón, sus promesas, su providencia, y su amor infinito. El amor de Dios, recordado a través de nuestra fe en él, y revivido a través de la oración, nos permite ser pacientes con él y con nosotros mismos.
ORACIÓN: Enséñalos a ser pacientes, Señor, sabiendo que aun en la espera tú estás a nuestro lado invitándonos y ayudándonos a crecer. Amén.