1 Cor 13:4 el amor…no tiene envidia
La envidia es un pecado insidioso que grita: “yo quiero lo que tú tienes” y además “no quiero que tú lo tengas”. Substituye el contentamiento con resentimiento y engendra una mirada de otros pecados.
Los corintios, en realidad, estaban celosos de los dones espirituales de los demás. 1 Corintios 12:31 literalmente dice: están anhelando los dones vistosos, pero yo les mostraré un camino más excelente. La palabra anhelar se traduce como celoso en 1 Cor 13:4. Significa hervir y habla de una furia interna que viene por desear algo que otro tiene. En 1 Corintios 3:3 Pablo los reprende por los celos y conflictos que existían entre ellos.
Pablo sabía lo que significaba ser victimizado por gente celosa. Durante uno de sus encarcelamientos, escribió francamente: “Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda, pero otros lo hacen de buena voluntad. Estos últimos lo hacen por amor, sabiendo que he sido puesto para la defensa del evangelio, mientras aquéllos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones” (Filip 1:15-17)
La actitud de Pablo hacia aquellos que lo envidiaron fue ejemplar: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún” (v18) Él no estaba motivado por la comodidad personal o por la ambición egoísta. Él amaba profundamente a Cristo y quería que la mayor gente posible escuchara el evangelio. Mientras Cristo fuera predicado, Pablo estaba contento a pesar de su propia circunstancia o los motivos de otros. Esa debe ser tu perspectiva también.
El amor es el antídoto para los celos. Cuando el amor de Dios gobierna tu corazón, puedes regocijarte en los éxitos espirituales de otros, aun cuando tú sabes que sus motivos están equivocados. Pero si buscas el protagonismo y ganar para ti, te conviertes en un blanco fácil para los celos y el resentimiento.
Por John MacArthur