Mateo 27:4 [Judas] Les dijo: «He pecado al entregar sangre inocente.» Pero ellos le dijeron: «¿A nosotros qué nos importa? ¡Allá tú!»
¿Qué clase de personas son? Si bien son sumos sacerdotes, parece que no tienen vergüenza de ofrecer plata a Judas para traicionar a su maestro. ¡Con tal que hayan tenido la decencia de no usar el dinero de las ofrendas del templo!
Y cuando Judas aparece más tarde lleno de remordimiento y trata de deshacer la traición, le responden con una de las respuestas más frías de la historia: “¿A nosotros qué nos importa? ¡Allá tú!”. No le ofrecieron ninguna esperanza, ninguna misericordia, nada a qué aferrarse. Y Judas fue y se ahorcó. ¿Será que les importó?
¡Esos sacerdotes dan miedo! No porque sean villanos, sino porque son lo que son mientras sirven en el mismísimo templo del Señor. ¿Cómo es posible pasar de un: “¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!”, a un “¿A nosotros qué nos importa? ¡Allá tú!”?
Como cristiano yo también le sirvo al Señor: leo la Biblia, voy a la iglesia, participo de la comunión. Y no quiero terminar como esos hombres quienes, en medio de tanta santidad, discutían como si nada sobre dinero manchado de sangre. ¿Cómo evitarlo? Con Jesús viviendo en medio de mi impiedad. Sólo él puede protegerme. Sólo él puede protegerte.
Pablo dice: “¿No saben que ustedes son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y ustedes son ese templo” (1 Corintios 3: 16-17). Porque somos su templo, Dios nos guarda celosamente de los ataques del diablo. Jesús dio su vida para hacernos hijos eternos y santos de Dios. El que murió y resucitó por nosotros nos mantendrá seguros en sus manos.
ORACIÓN: Querido Padre, mantenme santo y a salvo del mal en tus manos. Amén.