Heb 13:8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
El hecho de que tú afirmes creer no es de lo que se trata la fe. Es en lo que tú crees o en quién crees lo que determinará si tu fe será o no recompensada. Todos andan por fe todos los días. Cada vez que conduces por la autopista, lo haces por fe. ¿Son confiables los objetos de tu fe en la carretera? La mayoría de las veces lo son ya que muchos conductores manejan cuidadosamente. Pero quizá hayas estado involucrado en un accidente debido a que pusiste tu fe en otro conductor que resultó no ser digno de confianza.
¿Qué sucede cuando el objeto de tu fe falla? Te das por vencido, (quizá no inmediatamente) pero ¿cuántos fracasos tolerarías antes de decir “nuca más”? Una vez que la fe es dañada o se pierde, es muy difícil recuperarla. Tu fe no es el problema, es el objeto de tu fe que ya sea recompensa o destruye tu fe. Si tu cónyuge te ha sido infiel o un amigo o familiar te ha herido gravemente, tu fe en esa persona es débil porque él o ella no alcanzaron tu estándar de confianza. Cuando la fe en una persona se rompe, puede tomar meses para reconstruirse.
Algunos objetos de fe, sin embargo, son sólidos. Tú ajustas tu reloj, planeas tu calendario y programas tu día creyendo que la tierra seguirá girando sobre su eje y alrededor del sol a la velocidad actual. Si la órbita de la tierra cambiara sólo unos grados, nuestras vidas se convertirían en caos. Pero hasta ahora las leyes que gobiernan el universo físico han sido los objetos de fe más confiables que tenemos.
El más grande objeto de fe, por supuesto, no es el sol sino El Hijo. Es Su inmutabilidad, el hecho de que nunca cambia, lo que le hace eminentemente confiable (Núm. 23:19, Malaq 3:6) Él nunca ha fallado en ser y hacer todo lo que ha dicho que Él haría o sería. Él es eternamente fiel.
Por Neil Anderson
ORACIÓN
Todo lo que he necesitado Tu mano ha provisto. Grande es Tu fidelidad para conmigo Señor.