PARAGUAY.- A través de talleres y jornadas de capacitación, el Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) viene instruyendo a directores y docentes del país que ya no existen sexos definidos por la biología –hombre y mujer–, sino géneros variables que se pueden "construir" según el sentimiento, motivación o percepción de la persona, en este caso, de niños y jóvenes de las escuelas y colegios.
El mensaje es que los chicos pueden elegir si quieren ser mujer o varón sin importar en absoluto los datos biológicos, y para más –según las denuncias– lo presentan de una forma ligera, sin la seriedad que requiere el tema.
Es decir, el Ministerio incorpora formación a sus funcionarios teniendo como base exclusiva la Ideología de Género, que no solo es cuestionada por despreciar y relativizar datos objetivos del ser humano, como el hecho de nacer hombre y mujer, sino por hacerlo careciendo de base científica, incluso ante la crítica de profesionales del área, como los del gremio de pediatras de Estados Unidos, de una Universidad de Baltimore, entre otros, que coinciden en que es una "mera superstición ideológica", que desvirtúa la naturaleza humana y abre la puerta a trastornos delicados.
El MEC está promoviendo entre niños y jóvenes una ideología que, además de imponerse a fuerza de presión financiera y política en países en desarrollo, rechaza datos de la ciencia y tiene su principal sustento en el sentimentalismo, en el "cómo me siento"; Toda la construcción está basada en el sentimiento –que puede tener razones variadas– y no en verdades objetivas y estudios avalados.
En países con legislaciones basadas en esta ideología hay casos de adultos que solicitan ser reconocidos legalmente con una identidad del "género fluido", que les habilita sentirse niños o hasta determinados animales; y nadie puede proponer, por ejemplo, una terapia de recuperación, sin que ello sea considerado una violencia. Algo fuera de todo sentido común.
Por un lado, hay que decir que es poco saludable y respetuoso que el MEC introduzca esta Ideología en la enseñanza de niños y jóvenes –porque así lo exigen organismos internacionales– sin la autorización de los padres, quienes podrían estar en contra de estas ideas poco científicas y muy cuestionadas.
Y, por otro, es una llamada a que sean los padres quienes eduquen sobre sexualidad integral en la casa, en vez de dejarlo en manos de las instituciones públicas, que nunca tendrán el mismo cuidado sobre un tema tan sensible, complejo e importante en la formación escolar.