Anika Shehzad, una joven cristiana pakistaní, resultó golpeada y acusada de ladrona por no querer convertirse al Islam, orden que le emitían sus empleadores.
La joven trabajaba en la casa de una familia musulmana como empleada doméstica interna, aceptó el trabajo por un salario mensual de 5.000 rupias pakistaníes ( $ 30), para ayudar a mantener a su familia de escasos recursos.
Después de unos días de estar trabajando, los empleadores le pidieron a la joven que se convirtiera al Islam, lo que ella se negó a hacer.
Cuando la presión sobre ella se volvió insoportable, les dijo a los dueños de la casa que quería irse y, enfurecidos, comenzaron a golpearla.
Uno de los integrantes de la familia fue con la joven, de regreso a casa de sus padres, en el distrito de Ferozwala, en Shakhupura.
En la vivienda le dijo a los padres que a Anika la golpearon porque había robado dinero en la casa donde trabajaba.
Los padres de Anika buscaron tratamiento médico para su hija y, con el apoyo de su pastor local, comenzaron a hacer preguntas sobre el maltrato de su hija.
Sus antiguos empleadores tomaron represalias con más acusaciones, asegurando que el padre de Anika robaba dinero y oro de su casa.
Pakistán es uno de los países del mundo donde más sufren los cristianos. No es extraño que se les asesine por negarse a convertirse al islam.
La mayoría de los cristianos paquistaníes viven en la pobreza, confinados a trabajos de servicio extremos.
Las mujeres cristianas que trabajan como empleadas domésticas son particularmente vulnerables al abuso y las acusaciones falsas por parte de sus empleadores como es el caso de Anika.
La violencia y la intimidación han aumentado la sensación de inseguridad en todas las comunidades, pero sus advertencias chocan con la fuerte influencia que los sectores religiosos tienen sobre la administración.