COREA DEL NORTE.- El 15 de abril de 1912, más o menos en la época en que el RMS Titanic se hundió en el fondo del océano, un feliz acontecimiento ocurrió en la familia de Kim Hyong-jik, una humilde profesora y misionera que trabajaba en el régimen de medio tiempo.
En su casa, no muy lejos de Pyongyang, nació un hijo. Su nombre de nacimiento era Kim Seong-ju, pero él logra la atención en todo el mundo bajo el nombre de guerra adoptado en la década de 1930 y luego por ser el fundador de Corea del Norte.
Su nombre se destacó como: Kim Il-sung.
Incluso después de haber ocurrido un gran avivamiento en Corea del Norte en 1907, años antes del dominio del imperio japonés en Corea, Kim Il-sung – abuelo del actual dictador Kim Jong-un – no alcanza a comprender la complejidad de la importancia de ese evento que forma parte de la historia de su pueblo y llegó a convertirse posteriormente en un totalitarista.
En 1910, la toma del poder por el imperio japonés significó una gran prueba, no sólo para los cristianos, sino para todos los coreanos. Bajo el yugo del imperio, los coreanos sufrieron un genocidio cultural, forzados a adoptar nombres extranjeros y aprender la lengua del ocupante.
Los hombres fueron convocados para el Ejército Imperial y las mujeres reclutadas como esclavas sexuales.
El emperador del Japón exigía ser idolatrado como un dios y en paralelo a toda esta opresión, el comunismo-otra ideología importada que entonces competía por las mentes coreanas- surgía como una “esperanza” para el pueblo, pero el cristianismo también acabó fortaleciendo la disidencia de los coreanos.
Según el historiador Timothy S. Lee, en su libro “A Political Factor in the Rise of Protestantism in Korea: Protestantism and the 1919 March First Movement”, muchos de los hombres y mujeres más activos en la resistencia antijaponesa, incluyendo los líderes del Movimiento de Independencia de 1 de marzo de 1919, eran cristianos. Entre ellos estaba el pastor presbiteriano Gil Seon-ju, que -como muchos cristianos en Corea- habían participado en el Avivamiento de Pyongyang doce años antes.
Juventud turbulenta de Kim
El historiador ruso Andrei Lankov, que hoy enseña en la Universidad Kookmin en Seúl, Corea del Sur, relata que Kim Il-sung pasó su juventud turbulenta como un idealista, que acabó (y casi contra su voluntad) succionado por la fría máquina burocrática de una dictadura emergente. Él sobrevivió y prosperó, pero fue gradualmente transformándose, dejando de ser un utópico apasionado para convertirse en un tirano brutal, posiblemente el peor de la historia coreana.
El fundador de la nación que es hoy conocida como la dictadura que más ha masacrado y perseguido cristianos en todo el mundo nació dos años después de que Corea del Norte se había convertido en una colonia de Japón como resultado de la derrota en la guerra.
“En la época de su nacimiento, el régimen colonial japonés pasaba por su etapa más represiva y brutal. “El país estaba bajo ocupación militar, los coreanos no tenían voz en cuestiones políticas y el único periódico en lengua coreana era un publicado por la administración colonial”, explicó Lankov.
Padres misioneros
Uno de los hechos que tal vez pueda sorprender a muchos que acompañan la fuerte represión al cristianismo en Corea del Norte es justamente que los padres de este hombre que se convertirían en el primero de una dinastía de dictadores era hijo de misioneros.
“Los padres de Kim Il-sung eran activistas cristianos y pertenecían a la primera generación de coreanos a recibir una educación moderna de estilo occidental”, contó Lankov.
“Los historiadores de la corte norcoreana embellecieron y reinventaron la historia de la familia de Kim Il-sung, transformando a sus padres en ‘líderes de la resistencia nacional’. Pero la verdad no es esa. Kim Il-sung nació en una familia moderadamente rica y trabajadora cuyos miembros estaban involucrados en actividades de resistencia [contra ese sistema colonial], pero ellos no eran líderes de resistencia, ni siquiera activistas prominentes”, agregó.
En agosto de 1945, el ejército soviético expulsó al Japón de Corea y estableció el control sobre la mitad norte de la península. Luego, las autoridades soviéticas comenzaron a sentar las bases para un régimen comunista allí. El régimen se convertiría en una versión en miniatura de la Rusia de Stalin y, como tal, necesitaba un líder propio.
“Después de alguna vacilación, Kim Il-sung fue elegido por Moscú como tal líder. Según algunas fuentes, Kim Il-sung no estaba ansioso por involucrarse en política, pero aparentemente no tenía elección. Él fue más o menos ordenado a convertirse en el ‘pequeño Stalin’ de Corea del Norte”, contó Lankov.
En la primera década de su gobierno, Kim Il-sung dirigía un régimen subordinado a Moscú. Eso no era lo que realmente quería. Sólo con la muerte de Stalin, en 1953, él consiguió, por medio de habilidad y suerte, dirigir un curso independiente entre Moscú y Pekín (ayudó a los chinos y los soviéticos a entrar en conflicto). Él consiguió hábilmente ordenar las dos grandes potencias para ayuda y apoyo, mientras no se apoyaba en ninguna de ellas. Pero Lankov apunta que tales victorias fueron justamente lo que llevaron a Kim a derrotas.
“Una vez en el control total de la situación, Kim introduciría una versión del comunismo que era considerablemente más restrictiva que su arquetipo soviético. En esencia, Kim Il-sung consiguió salir del propio formato de Stalin”, explicó.
“El nivel de control estatal fue verdaderamente sin precedentes en la historia mundial, pero no se tradujo en éxito económico. Cuando la península fue dividida, Corea del Norte estaba justo al frente del sur. Alrededor de 1970, el sur llegó primero y sobrepasó en mucho el norte, una vez más desarrollado. En la época de la muerte de Kim Il-sung, la renta per cápita en Corea del Norte era del 10% de la del Sur -la mayor diferencia entre dos países que comparten una frontera terrestre “, agregó.
Kim Il-sung murió en su residencia en el verano de 1994. Para garantizar que su legado fuera salvaguardado, tomó una decisión sin precedentes, transformando su país en una monarquía absoluta.
Lankov apunta que, a pesar de los intentos, Corea del Norte sigue siendo un símbolo de fracaso como modelo económico y con respeto a los derechos humanos.
“Cualesquiera que sean sus intenciones, su medio siglo de gobierno fue un desastre sin precedentes. La economía más desarrollada del este de Asia continental estaba arruinada, millones de personas murieron como resultado de la guerra y algunos cientos de miles serían víctimas de represión política”, explicó. “Desafortunadamente, muchos de los tiranos comenzaron como revolucionarios y patriotas, muchos de ellos creían que eran así hasta su propia muerte”.
[ Fuente: Korea Times ]