Efe 4:2 vive… con toda humildad
La humildad es fundamental para la bendición y el crecimiento espiritual.
No es ningún secreto que los problemas familiares están en aumento. Maridos y mujeres no pueden llevarse bien. Los niños se rebelan en contra de sus padres. Desafortunadamente, las propuestas de soluciones tratan sólo con los temas periféricos en lugar del tema central, el cual es el orgullo. Nunca habrá unidad o felicidad en una familia sin humildad.
La humildad no sólo es esencial en las familias, también es un ingrediente básico para toda bendición espiritual. El libro de Proverbios es rico en tales enseñanzas, “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría” (11:2) “la honra precede la humildad” (15:33) “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová” (22:4) Santiago nos dice: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (4:6) Muy a menudo nos olvidamos de lo importante que es la humildad.
¿Sabías que el orgullo fue el primer pecado que se cometió? Un ángel llamado Lucifer trató de exaltarse a sí mismo sobre Dios, él dijo: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isa 14:13-14), él dijo: “subiré, levantaré, me sentaré, subiré, seré” y Dios dijo: “no, no lo harás” y lo sacó del Cielo. Lucifer, el “hijo de la mañana” se convirtió en Satanás “el acusador”.
Cada pecado, (el que sea) tiene orgullo en su raíz, porque todos los pecados son un desafío a Dios. ¿Qué puede ser más orgulloso que decir “no seguiré las reglas de Dios?” Así que al tratar de vencer al pecado, debemos también tratar con nuestro orgullo. Es imposible ser salvo sin humildad. Dios no está impresionado con tu currículum, debes venir a Dios y decir “soy un pecador y me doy cuenta de que no valgo nada” no hay otra forma de entrar a la familia de Dios y no hay otra forma de caminar una vez que perteneces a ella.
Aunque quizá hayas leído tu Biblia, orado, asistido a la iglesia toda tu vida o aún fundado iglesias, si no estás caminando en humildad, no estás caminando de una manera digna. El andar dignamente comienza con “humildad”.
Por John MacArthur