Moisés sabía lo importante que eran las bendiciones de Dios para Israel. Sus obras sobrenaturales habían salvado sus vidas; maná desde el cielo cuando enfrentaban la inanición y agua de una roca cuando sus cuerpos se resecaban más allá de sus límites.
Pero Moisés reconoció que el punto de estas experiencias, más allá de una provisión milagrosa, era conocer y confiar en el Dios compasivo y amoroso que se los había concedido. La siguiente declaración de Moisés no es ninguna sorpresa:
“Te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos” (Éxodo 33:13).
Moisés sabía que, en última instancia, el favor de Dios no estaba en las bendiciones que Él proveía, sino en conocer al Señor mismo.
A TRAVÉS DE LOS OJOS DE UN PASTOR
Doy gracias a Dios por todas sus bendiciones terrenales. Como pastor, tengo la oportunidad de ver Su asombrosa obra en la vida de la gente todo el tiempo. Él restaura matrimonios que se han roto a pedazos. Él provee para los que atraviesan crisis económicas. Él trae sanidad a los cuerpos enfermos y quebrantados de las personas.
Mientras escribo esto, pienso en un niño llamado Isaías, que no se esperaba que viviese más de diez días cuando nació. Después de sobrevivir el primer año, los médicos dijeron que nunca caminaría. ¡Recientemente, su madre me envió un vídeo del joven Isaías bailando con una niña en una boda!
EL ALIENTO DE VIDA DE DIOS
Tales cosas hablan del favor ilimitado de Dios; Su capacidad para dar vida a cualquier soledad del desierto. Todos experimentamos Su favor en maneras demasiado grandes para medir: nuestras relaciones, nuestra salud, nuestro trabajo, nuestra escuela. Cuando luchamos en cualquier área de nuestras vidas, o nuestras circunstancias se tornan demasiado difíciles, Él nos sostiene con su presencia apaciguadora. Dios ha hecho cosas en nuestras vidas que nunca podríamos imaginar que sucedieran. Su favor ilimitado no conoce fronteras.
Por David Wilkerson