Leida Gabriel Barbosa (68) era conocida como la “abuela del polvo” en el narcotráfico, pero el Evangelio convirtió su testimonio en la esperanza para muchos que han experimentado la misma oscuridad. Durante 17 años, ha dedicado sus días a una nueva misión: llevar la Palabra de Dios a cárceles y hospitales.
La misionera de 68 años lleva una vida sencilla, en la casa trasera del barrio de Leblon, en la frontera entre Belo Horizonte y Ribeirão das Neves, Brasil.
Para ella, sus mayores activos son los certificados de capellanía y su certificado penal negativo. “La gente piensa que los traficantes de drogas tienen mansiones. Mi riqueza es Jesús. No tengo nada de lo que me dio el narcotráfico”, le dijo a UOL TAB.
Leida creció con el movimiento del narcotráfico en la Favela do Perrela, en Belo Horizonte. Aunque sus padres le enseñaron que la delincuencia era mala, a los 8 años ya era una "avioneta" y traficaba en la región, mientras comenzaba a consumir marihuana. En ese mundo, Leida conoció a su exmarido, Itamar, a la edad de 18 años. Juntos tuvieron dos hijos, pero llegó la separación y él abandonó a la familia. Ella sufría de epilepsia, y sumado a la confusión en su vida, Leida confiesa que no podía criar a sus hijos; después de doparlos, trató de matarlos.
“Cuando estaba a punto de tirarlos a una cisterna de 35 metros, mi padre me lo impidió. Fue el Espíritu Santo quien lo despertó. Mi familia propuso criar a los niños mientras yo estaba fuera”, recuerda. Leida se fue a São Paulo en busca de una vida mejor. Trabajó durante tres años limpiando aviones, hasta que surgió la invitación de volver al narcotráfico en las favelas del sur de la ciudad.
Vivió todos los beneficios que el dinero del narcotráfico puede comprar, "hasta que la Policía Federal la arrestó por delitos de narcotráfico y posesión de armas", informa Leida, quien fue condenada a 7 años de prisión. Fue dentro de la Penitenciaría de Mujeres de Sant'Anna, en São Paulo (SP), que Leida escuchó por primera vez a un pastor hablar de Dios. “Hoy estás aquí como prisionera, pero en Su tiempo, vendrás de afuera trayendo la Palabra de Jesús aquí”, le dijo el pastor.
Después de cumplir condena y pasar cinco años trabajando en São Paulo, Leida decidió regresar con sus hijos en Minas Gerais. Continuó trabajando hasta que la empresa quebró. La desesperación la obligó a volver al tráfico de drogas. La cocina de su cobertizo se convirtió en una fábrica de crack y Leida se volvió adicta. Con cinco órdenes de aprehensión, fue agredida por la Policía Militar y perdió parte de la audiencia. En 2000, dice que tocó fondo. “Lo que me dolió no fue la cárcel ni las golpizas. Fue haber perdido el amor de mis hijos”, dice.
En el baño de una casa que albergaba a personas vinculadas al narcotráfico, Leida se arrepintió. “Arrodillándome con ambos codos en la tapa del inodoro, recordé que tenía un buen esposo al que no apreciaba y niños a los que no ayudaba a criar. Lloré con toda mi alma”, dice. En ese momento, Leida recordó las palabras que escuchó de aquel pastor que predicaba en la cárcel: "Jesús dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar".
En 2002, Leida se bautizó en la Asamblea de Dios, donde comenzó a hacer evangelismo dentro de las cárceles. Desde que fue transformada por Jesús, Leida nunca ha mirado atrás. Ella ve su testimonio como una forma de inspirar a otros prisioneros. Fue perdonada por sus hijos y tiene una buena relación con su familia. Hoy tiene una vida digna y usa su influencia para rescatar a los perdidos.
(*) Con recursos de Portal Guiame
*Noticia extraída de Impactoevangelistico.net