Con la crisis causada por la pandemia del nuevo coronavirus, Covid-19, la opinión entre las acciones que deben tomarse ha dividido a los líderes evangélicos, entre algunos que consideran que las puertas de los templos deben mantenerse abiertas y otros que consideran que deberían cerrarse.
Ambos grupos entienden que las medidas sanitarias son para prevenir el contagio, así como la orientación a los fieles sobre el comportamiento en los servicios son necesarias, pero hay quienes abogan por medidas más drásticas, como cerrar iglesias y cambiar el formato del servicio, adoptar principalmente una estrategia en línea.
Estos líderes ven como una señal de advertencia lo que sucedió en Francia, donde un evento promovido por la mega iglesia Porte Ouverte Chrétienne [puerta abierta cristiana] terminó ayudando a propagar el coronavirus en toda Francia.
El evento reunió a 2.000 personas de toda Francia y países vecinos como Suiza, Bélgica y Alemania.
Una de las iglesias que decidió suspender las celebraciones cara a cara y está transmitiendo en línea es la Iglesia de la Ciudad, en San José dos Campos.
El pastor Carlito Paes, líder de la iglesia, decidió suspender incluso la red celular, con más de 1300 grupos en las casas, realizando trabajos exclusivamente a través de Internet.
Por otro lado, hay quienes creen que los servicios cara a cara no deben ser interrumpidos, considerando el mandamiento sobre la necesidad de la congregación de los santos (Hebreos 10:25).
Tampoco aceptan la restricción del acceso de los fieles a las celebraciones en un momento en que la ayuda espiritual es tan importante.
Entre quienes sostienen que los templos no deben cerrarse, bajo ninguna circunstancia, está el pastor Silas Malafaia, quien dice que “la iglesia debe ser el último baluarte de esperanza para la gente” y que no debe cerrarse debido al virus.
Hay consenso entre los líderes evangélicos de que esta es otra señal del regreso de Jesucristo, pero no están totalmente de acuerdo en la medida en que debería haber intervención en el entorno espiritual, ya que la Iglesia tiene fe en los milagros.
