Mat 6:19-20 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
Hay bienes materiales que Jesús identifica como tesoros en la tierra. Y hay bienes inmateriales que Jesús llama tesoros en el cielo. Los tesoros en la tierra tienen dos características:
Primero: todas las cosas naturales decaen. Lo que no destruye el moho lo hace la polilla o las termitas. Segundo: debido al valor de los tesoros terrenales, siempre hay una preocupación por la seguridad. Es difícil no tener ansiedad si estamos preocupados por nuestras posesiones. Entre más poseemos, más hacemos que otros envidien, razón por la cual los ladrones minan y hurtan.
Por otro lado, los tesoros en el cielo están fuera del alcance de los ladrones y están protegidos de los estragos de la polilla y el óxido. Pablo lo dice de esta manera: “Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1Tim 4:7-8)
¿Qué atesoras en tu corazón? ¿Qué cambiarías por amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, mansedumbre y autocontrol? ¿Cambiarías estas cualidades por un nuevo auto, una cabaña en las montañas, un barco en la marina, un estatus excepcional hasta arriba de la escalera corporativa?
El logro se determina por a quién o qué sirves. Hay sanidad moral y simple: la bondad inafectada presente en la persona resuelta que no está en los que sirven a muchos maestros. Jesús dijo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida” (Mat 6:24-25)
No hay paz al servir a dos amos. A cualquier amo que cedes serás controlado por él.
Por Neil Anderson
ORACIÓN
Padre, los tesoros de este mundo me llaman la atención tentadoramente. Confío en que me darás lo que necesito y no lo que egoístamente deseo, en Cristo Jesús, amén.