TEXAS, EE.UU.- “El domingo pasado, nuestro país fue atacado, nuestro estado fue atacado, nuestra iglesia fue atacada”, afirmó el pastor Frank Pomeroy, de la Primera Iglesia Bautista de Sutherland Springs, en el primer sermón predicado por él tras la masacre. “Todavía tenemos la libertad de proclamar a Cristo. Tenemos la libertad de escoger, y en vez de escoger la oscuridad como hizo aquel hombre, yo digo que debemos escoger la vida”.
El culto, realizado en una gran tienda blanca en el campo de béisbol de la pequeña ciudad atrajo a más de 500 personas. Para muchos, parecían las tiendas de las antiguas cruzadas de avivamiento. A los presentes, el pastor Pomeroy explicó que los miembros ya no quieren usar el lugar donde se produjeron las muertes.
El templo fue transformado en un memorial, donde 26 sillas blancas, cada una con una rosa, fueron colocadas para recordar el lugar donde cada uno estuvo aquella fatídica mañana. Aunque oficialmente fueron asesinados 25 fieles, la iglesia dedicará un espacio para el niño que no llegó a nacer. Su madre falleció y estaba embarazada de ocho meses.
Memorial
Voluntarios retiraron todo lo que estaba en el templo.
Dejaron, además de las sillas, sólo la cruz, una Biblia sobre un pequeño púlpito. Pero esta exposición debe ser temporal. Aunque pequeña y con recursos limitados, la Primera Iglesia Bautista de Sutherland Springs decidió que demoler el templo y construir uno nuevo en otra parte de la ciudad.
En una entrevista a un canal de televisión local, Pomeroy, visiblemente emocionado declaró que perdona Devin Kelley, el hombre que disparó y asesinó a los fieles. Entre los muertos está Annabelle, la hija del pastor que tan sólo tenía 14 años.