COCHABAMBA, BOLIVIA.- El suboficial Juan Carlos Santander sintió “una enorme satisfacción”, cuando hace un par de años un hombre lo detuvo en la calle y le agradeció por lo que había hecho por él en la cárcel de El Abra.
“Me tocó la espalda y me dijo ‘oficial, usted me ayudó con la palabra de Cristo. Ahora estoy libre y sirvo a Dios’. Esas palabras me motivaron”, rememora el suboficial de la Policía, quien es fundador y actual presidente de Cristopol Cochabamba.
Los policías cristianos tienen un objetivo ambicioso: combatir la delincuencia con la oración y no con armas de fuego. “Salimos a las calles e ingresamos en los penales a evangelizar”, puntualiza el excoronel de la Policía Freddy Enríquez Tordoya, quien también forma parte de Cristopol.
Explica que en otros países, la Policía, además de patrullar en las calles, ora en los lugares donde hay más delincuencia, para que los antisociales dejen de cometer sus fechorías “y Dios tiene el poder de hacerlo”. Es un enfoque distinto que la Policía realiza para defender la creación de Dios, que es la sociedad.
Los miembros de Cristopol, la mayor parte policías y algunos civiles, ingresan en los penales para predicar.
Enríquez afirma que Cristopol es una red internacional de policías cristianos, que se reúne cada año, en noviembre, en un determinado país. Según el calendario de esta red, el encuentro este año se realizará en Bolivia, con la participación de policías de diferentes países del mundo.
Enríquez destaca la importancia de que un recluso reciba palabras de aliento y apoyo espiritual, “porque Dios busca salvar a los hombres perdidos”. Los policías cristianos están convencidos de que la personas que han cometido algún delito pueden arrepentirse y volver al camino de Dios, “porque Dios perdona todo”.
Enríquez subraya que quien instiga a cometer fechorías es Satanás, y lo que busca Cristopol es liberar a estos cristianos de sus garras. Enríquez puntualiza que las personas encarceladas se encuentran también en una prisión espiritual, por lo que deben ser liberados, primero, con la palabra de Dios.
“El que cometió un delito debe arrepentirse de su pecado, pedir perdón y aceptar a Dios como su creador y Jesucristo como su salvador”.