2 Tim 1:7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
El verdadero seguidor de Cristo no tiene por qué temer ante posibles sufrimientos y pruebas.
Con respecto a la frustración y el temor, en las Olimpiadas de invierno de 1992, Dan Jansen, patinador de velocidad dijo: “lo que sucedió fue que patiné una carrera que sólo puedo describir como tentativa. Me veía bien, no me resbalé, pero algo me mantuvo de darlo todo” El favorecido Jansen, perseguido por los fracasos bien publicitados para ganar medallas en 1988 y 1992, finalmente superó su miedo y triunfó en 1994 en el evento de patinaje de velocidad de mil metros.
Los creyentes también pueden reaccionar con un miedo intenso y con una dolorosa decepción ante las pruebas de la vida si no están preparados para la posibilidad de dificultades. Pero hace muchos siglos, Proverbios 29:25 animó a los seguidores de Dios a no tener miedo: “El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado” Pablo exhortó a Timoteo de una manera similar cuando escribió las palabras del verso de hoy.
En Mateo 10:29-31, el Señor Jesús, ofrece una maravillosa razón a sus discípulos de no servirle a Él bajo una nube de temor. El punto de sentido común en su ilustración es simple. Si el Padre se preocupa por pequeños pajaritos y tiene nuestros cabellos contados, ciertamente se preocupa por nuestro bienestar físico y espiritual y el bien para nuestras almas. No importa qué tan mal esté la situación o qué tan larga la prueba pueda parecer, Dios puede sostenernos.
Más tarde Jesús proveyó un resumen excelente de Sus enseñanzas sobre el temor con estas palabras familiares a los Doce: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27) Con tal gran promesa y seguridad de que el Espíritu Santo siempre estará presente, ¿cómo podría cualquiera de nosotros, que profesa a Jesucristo, dar cabida al miedo debilitador, sin importar lo duro de las pruebas y las persecuciones que podamos enfrentar?
Por John MacArthur