1 Juan 3:12-13 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
Los cristianos son rechazados por el mundo pero son aceptados por Dios.
Un antiguo proverbio dice que puedes juzgar el carácter de un hombre por quiénes son sus enemigos. También eso es verdad en el mundo espiritual. El mundo ama a los suyos, pero como Cristo escogió a los creyentes del mundo, el mundo los odia (Juan 15:19)
Que esto es cierto no debería ser ninguna sorpresa para el estudiante de la Palabra de Dios. Después de todo, el mundo odió a Jesús, tanto que le mataron. Nosotros, como sus seguidores, podemos esperar hostilidad “si el mundo te odia” Jesús dijo en Juan 15:18 “sabe que me han odiado a Mí antes que a ti” “Si al padre de familia llamaron Beelzebú” añadió en Mateo 10:25, “¿cuánto más a los de su casa?
Desde el comienzo de la historia, los injustos han odiado a los justos. El apóstol Juan notó la trágica historia del injusto Caín que asesinó a su hermano justo Abel en un ataque de celos (1 Juan 3:12, Gen 4:1-8) En Hechos 7:52 Esteban preguntó “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores” La acusación de Esteban acertadamente resumió la triste historia de Israel “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!” (Mat 23:37)
Pedro señaló la razón de la hostilidad del mundo a los cristianos cuando escribió: “A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan” (1 Ped 4:4) Las vidas de los cristianos son una amenaza porque reprenden el pecado de los incrédulos y les recuerdan del juicio venidero.
¿Has experimentado la hostilidad del mundo, la oposición, el prejuicio, el rechazo o aún persecución por tu posición en Jesucristo? Si es así, esa es una evidencia de que le perteneces a Aquél que también sufrió el rechazo del mundo.
Por John MacArthur
